Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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El rock de las cuatro esquinas

Cronista: Pablo Andisco - Gentileza: Bruno Lazzaro | Fotos: Beto Landoni

01 de Enero, 2007

El rock de las cuatro esquinas

A diferencia del actual rock democratizado, hubo un tiempo en el que las peleas entre las estrellas del género estaban en boca de todos. Historias teñidas de ego, envidia y algo de marketing. La batalla por la popularidad recién comienza.

Hubo una época en la que el rock respondía a sus orígenes. La rebeldía hacía estragos en los escenarios y las peleas entre los integrantes, de este ahora “populista” género, estaban a la orden del día. Todo esto sucedió antes de que Pappo, quizá el último rebelde del rock, diga hasta luego. Incluso mucho tiempo antes de que Charly (ese que se bajaba los pantalones y le cantaba a los desaparecidos) se convierta en un recaudador de fama menemista.

Sí, varios años después o antes (o quién sabe cuándo) de que Luis Alberto Spinetta reencarne una vez más en gurú espiritual. El tema precede al Calamaro pollerudo depresivo, al Cerati de los raros peinados nuevos y traje de principito, al Fito “metamorfoseado” en Tim Burton y mucho antes del León Gieco falto de alcohol en sangre.

Los rockeros antes eran más rockeros, en cuanto a lo que la fantasía adolescente (muy presente en estos días de rock de pantalones cortos) cree. Quizá más inmaduros, como podrán decir los defensores de la vieja escuela off de rocker, tal vez pertenecientes a toda la movida represiva que hoy le cierra las puertitas al señor López; o menos gagá para aquellos que sólo conocen al Charly que se tira del noveno piso o posa ante las cámaras de un semanario de renombre con un harén de personalidades de la farándula.

El dato principal radica en que la época en la que el rock comenzó a posicionarse como un modelo de vida, estaba signada por cambios relacionados a un estallido político-social devenido en represión y muerte. Sería triste decir que gracias a los militares hubo una generación de jóvenes que no tuvo otra que escuchar a los artistas nacionales (producto de la prohibición a las radios para que estas emitan dentro de su programación  música en inglés), pero en parte es verdad. Y, en parte, también es la razón por la que esa bandera de comunión prevaleció, salvo excepciones como las que nombraremos más adelante, a pesar de golpes como la censura o la tragedia de Cromagñon.

Pero no nos alejemos del tema que nos concierne. Los rockeros se manejaban en otros tiempos, otros códigos, las luchas entre las bandas, muchas veces en el afán de publicitarse y otras de manera verídica, donde casi siempre el ego rocker era el protagonista, fueron parte de la historia desde el comienzo mismo de la música. Si dos de las tres principales bandas fundamentales del rock argentino comenzaron a moverse desde su génesis como parte de un combo versus: Manal vs Almendra, Almendra vs Manal. Unos, representantes de las masas y otros de unos pocos. Rock vs pop, y algo más. Parte verdad, y algo de mentira.

Obviamente que ante el gran fenómeno Cromagñon (parte de un tratado del que todos siguen lucrando: el negocio del dolor) es difícil que las peleas recreadas por los ahora democratizados rockeros formen parte del actual escenario rock pseudo hermanado. El hecho de pertenecer o ser crucificado obligó a que los rockers escondan sus opiniones, o queden de lado. Formen parte de la gran selva rock, o mueran en la boca del rey de la selva: la clase media. Si ni siquiera se hacen cargo de lo que pasó al vestirse de víctimas cuando por lo menos, a ciertos personajes, el traje de hipócrita les sienta a medida. “Este es el aguante”, cantó la versión más demacrada musicalmente de Say No More. Algo que parece haberse vestido de moda.

Sin embargo, las historias de pica forman parte del diccionario rock. “El rockero debe ir al frente contra viento y marea o deja de ser rockero”, podría ser la premisa. Todo un lema relacionado a un estilo de vida contestatario: el rock siempre fue un canal para expresar la rebeldía de las masas, una suerte de desencadenamiento de la clase opresora, como lo fue el blues para los esclavos negros desarraigados de su tierra.

A los rockeros, los que realmente respondían a este rótulo, les gustaba la pica y sabían como alimentarla. El amarillismo del género tuvo su época y la sigue teniendo, a su modo. Peleas como las de Pappo versus Lucas Martí, Charly contra Calamaro, y ni hablar de las siempre recordadas Redondos-Soda Stereo, Almendra-Manal o Almafuerte-Malón, eran moneda corriente.

Maneras de comercializar dirán muchos, sentimientos o simples posturas encontradas, otros. Movimientos que eran necesarios para vender, o no. De larga data internacional, tómese a los rebeldes Rolling Stones como contrapartida de los soft The Beatles, los cruces rockers sirvieron para alimentar algunos mitos no resueltos. Esta nota tiene como fin revivir parte del folklore de un rock que cada día gana más adeptos, pierde más espacio y se convierte en un juego de similares características entre sí. Revivir algunos de los hechos más anecdóticos en lo que respecta al rock de las cuatro esquinas porteñas. Rock de guapos y no tan guapos.


Redondos-Ratones Paranoicos

El Indio y SkayEl de Los Ratones Paranoicos y Los Redondos es uno de los enfrentamientos que más dio lugar a leyendas, a interpretaciones de temas o frases, a equívocos. El disparador fue el tema “Ya morí”, que los Ratones incluyeron en el disco Fieras Lunáticas del año 1991. Hay unanimidad en el universo rockero de que es un tema dedicado al Indio Solari fundamentalmente. Las dos primeras estrofas responden a diferentes canciones de Los Redondos, y en la segunda parte se critica el estilo de vida de Solari y la aparente indiferencia de Los Redondos ante la muerte de Bulacio.

Consultado sobre el tema, Juanse declaró: “Me preguntaron tantas veces si hablaba del Indio Solari... Y yo en algunos lados digo que sí, en otros que no. En realidad no me acuerdo. Y si fue así... bueno, no quise ofender a nadie. Me imaginé un chabón que tocaba rocanrol y era comunista, una cosa totalmente incompatible, desde el momento en que en el grupo no todos ganan lo mismo”

Los Ratones ParanoicosA partir de entonces muchos exégetas del rock bucearon en la obra de Solari buscando referencias a Juanse. “Nadie es perfecto” y “Heroe del Whisky”, anteriores a “Ya morí” fueron algunas de las indicadas. Lo concreto es que tal vez debido a la diferencia estilística (más críptico Solari, más directo Juanse) no se advierten en los temas de Los Redondos ni disparador ni respuesta a “Ya morí”. La diferencia intensiva también se apreciaba en los show, ya que mientras el público de los Ratones cantaba en contra de Los Redondos, éste ocasionalmente le respondía.

Juanse y Solari tuvieron un cruce a través de los medios hacia fines de los 90, cuando Los Redondos editaron “Último bondi a Finisterre”, un disco en el que la guitarra de Skay se mezclaba con los samplers y el packaging representaba una estética de videogame. “Redondos, toquen rock” fue él comentario, entre agresivo y sarcástico de Juanse. Solari respondió que el sabía de quién podía escuchar blues o rock, y menospreciaba la obra paranoica: “el otro día nos tiraron unos cohetazos unos tipos que, si los escuchás, son los Danger Four de los Stones. Que te estén diciendo que tenés que hacer o no, es medio ridículo.”


Bersuit Vergarabat-El Otro Yo

Bersuit VergarabatEn el verano de 2001 se realizó la primera edición del Cosquín Rock, un evento que quizás sin proponérselo colocó la piedra fundamental de los festivales rockeros modelo siglo XXI, con rebote en todo el país y concurrencias cada vez más masivas. A partir de allí empezaron a compartir escenario y público bandas de diferentes palos, entregando un interesante collage de remeras y peinados; pero al mismo tiempo generando una tensión permanente ante posibles incidentes.

Uno de los primeros cruces provino de un lugar inesperado, el escenario de la Plaza Próspero Molina, y entre dos bandas, Bersuit Vergarabat y El Otro Yo, con rodaje tan extenso como independiente, que nada hacia presagiar una polémica.

EOYEl Otro Yo venía en pleno ascenso. Luego de batallar durante años el under rockero con aquellas giras interminables por el conurbano, habían logrado plasmar en un disco toda su potencia escénica. En esa placa, Contagiándose la energía del Otro, su líder, Cristian Aldana, había registrado el grito que repetiría varias veces en Cosquín y que desataría la polémica: “¡la cumbia es una mierda!”.

Más tarde llegó el turno de Bersuit. Gustavo Cordera recogió el guante y realizó una encendida defensa de la música criticada por Aldana: “Si uno va en canoa por el Riachuelo, se puede ver cómo en las casillas de La Boca se escucha cumbia. Por eso yo tomé tanto cariño por la cumbia y el cuarteto. Aguante el rocanrol y, también, aguante la cumbia”. Cuando fue el turno de la power-cumbia Yo Tomo, Germán Sbarbatti, coro de la banda, reformuló el enunciado de Aldana: “¡la cumbia es una masa!”.

Luego de Cosquín, las dos bandas mantuvieron su postura frente a la cumbia, pero siguieron transitando sus caminos de manera independiente. Bersuit continuó su crecimiento dentro y fuera del país hasta establecerse como una de las bandas más convocantes, con la cumbia y el cuarteto como aliados (chequear El baile de la gambeta, Va por la Chapultepec y, sobre todo, En la ribera, donde se plasma de alguna manera el discurso de Cordera en la Prospero Molina). El Otro Yo también se mantuvo en la suya, lejos de la cumbia, en gira permanente, pero sin poder continuar el crecimiento que evidenciaba a principios de este siglo.

Lo concreto es que aquel cruce de palabras quedó simplemente en eso, no repercutió en los públicos de las bandas y quedó como una de las tantas postales del festival cordobés.


Charly García-Andrés Calamaro

Charly GarciaLa buena relación entre Charly García y Andrés Calamaro empezó a deshilacharse a mediados de los 90 cuando Charly conoció a Mónica, la mujer de Andrés, en Madrid, mientras Calamaro estaba de gira y, según García, lo estaban echando de un hotel. Charly otorgó a Mónica el rol de socia espiritual en la etapa Say No More, disco en el que se produjo el último encuentro musical entre los artistas, ya que El Salmón compuso y grabó la canción “Yo necesito un gol”. Cuando Andrés y Mónica llegaron a una crisis que derivaría en separación, empezaron los problemas entre dos de los más importantes artistas del rock nacional.

Y allí hubo de todo. Desde cruces dialécticos, casi simpáticos (García: “Mónica es lo más, Andrés es lo menos; Calamaro: “¿Cómo mi mujer se va a acostar con él? A mi por lo menos me quedan dientes:”); hasta enfrentamientos artísticos: Alta suciedad, hiperexitoso disco de Calamaro es una respuesta al Alta Fidelidad que Mercedes Sosa grabó con Charly, y la canción que da título al disco parece hablar de García, y de cierta obsesión de Andrés por la dentadura del ex Serú Girán (“El campeón tiene miedo de pegar, no se quiere romper las manos, porque tiene que cantar el ritmo del protector bucal…”).

Luego llegaron las amenazas físicas: la recordada aparición de García en el bizarro TV Abierta (“parece que un calamar viene del océano Atlántico…. Ya molestaste demasiado, te van a matar, yo no, porque no voy a gastar energía en vos… Dijiste que me ibas a pegar nueve piñas, te vi con dos guardaespaldas y un bate de béisbol en la puerta de mi casa y te lo tuviste que meter en el culo”): y la respuesta de Calamaro: “la única noticia de Charly García que quiero recibir es que se muera… no, que se muera no, quiero cagarlo a trompadas. Ahora lo voy a llamar a la casa para acabar de una vez con esto, seguro que está escondido debajo de la cama.” Y, finalmente, la agresión, no al artista, sino a la obra: recordar a Calamaro rompiendo a palazos una batea del Tower Records de la avenida Santa Fe con discos de García.

Andres CalamaroLo cierto es que más allá de si el enfrentamiento se originó por celos personales o celos artísticos, la pelea entre El Salmón y Say No More es quizás la única que se remonta exclusivamente a diferencias entre los artistas. Debido a cierta similitud estilística, a compartir bandas y grabaciones, a influenciar conjuntamente a buena cantidad de músicos, cuesta creer que los cantitos agresivos hacia uno en los shows del otro tengan que ver con cuestiones musicales, o que esos cantos hayan iniciado un cortocircuito entre los artistas. Más bien se leen como una respuesta, o una toma de posición, al enfrentamiento entre los músicos.

Sería bueno que el repunte artístico que evidenciaron los últimos discos de García y el súbito reconocimiento que enderezó la carrera de Calamaro contribuyan a mejorar la relación entre dos personajes principales en la historia del rock nacional.


Divididos–Las Pelotas

DivididosEl último show de Sumo tuvo lugar el 20 de diciembre de 1987 en la cancha de Los Andes, junto a Los Violadores. Dos días después moría Luca Prodan, y en ese momento empezaba una historia de desencuentros, de fallidas reuniones y de cruces dialécticos entre los miembros de la legendaria banda.

La diáspora de Sumo tuvo en Divididos y en Las Pelotas sus máximos emergentes. En el Chateau Rock de 1988 se realizó una suerte de homenaje a Luca, con Mollo y Pettinato alternándose el micrófono. Luego tanto Divididos como Las Pelotas construyeron su propia historia musical, sin puntos en común más que tocar temas de Sumo y compartir buena parte de su público. Se llegó a un discurso consensuado según el cual Las Pelotas se habían quedado con el alma de Sumo y Divididos con la potencia.

Las PelotasLos caminos se cruzaron en Montevideo, en mayo de 1997, en lo que se anunció como la vuelta de Sumo, pero terminó con una polémica entre bambalinas, la negativa de Arnedo a tocar y un pedido de disculpas de Mollo y Dafunchio que no convenció a nadie. Pettinato y Andrea Prodan se sumaron a Las Pelotas para tocar tres clásicos de Sumo: Heroína, El ojo blindado y White trash.

En el último tiempo, la relación entre las bandas fue más fluida, al menos ante los ojos del público. En octubre de 2005 y en el marco del Pepsi Music, Sokol irrumpió en el set de Divididos para interpretar “Aladelta”, ante la mirada casi sorprendida de Arnedo y Mollo. En el Andes Rock, celebrado en Mendoza en mayo de este año, el vínculo fue más intenso: Mollo, Arnedo, Dafunchio y Sokol en su antiguo rol de baterista recrearon “DeBeDe”, “Fuck you”, y “Mejor no hablar de ciertas cosas”.  Esto sumado a la presencia de Mollo en los programas de radio y televisión de Pettinato alimentó el imaginario de la vuelta de Sumo, aunque por ahora habrá que conformarse sorpresivas apariciones escénicas.

Pappo–Lucas Martí

PappoUn enfrentamiento tan inesperado como insólito tuvo como protagonistas a  Pappo y a Lucas Martí, cantante de Tirador Láser y ahijado de Luis Alberto Spinetta. En este caso podría tratarse de una calentura de momento, un típico problema de bares, según contaron luego los protagonistas.

El hecho ocurrió en Concepto, un bar en Palermo Viejo en Septiembre de 2002. Dijo Martí: “Me pasó a mi como le pudo haber pasado a cualquiera. Ni estábamos hablando, fue una cosa de matoneo. Típico, estás en un bar, mirás  a un tipo, él te mira, lo volvés a mirar y ya estás en problemas” Según Pappo, antes de la agresión, que primero negó y luego aceptó, tuvo dos encuentros con Martí y un grupo de jóvenes, entre quiénes estaban Migue García y Fernando Samalea: en el primero, alguien del grupo le habría dicho “Los músicos viejos se tienen que retirar, tenés que dejarle espacio a la nueva generación.” El otro choque se produjoLucas Marti cuando alguno de los jóvenes, según Pappo, borrachos o drogados,  intentó tocar a la mujer que lo acompañaba. Lo cierto es que Pappo se acercó a Martí, lo agarró de la cabeza, se la golpeó contra una mesa, luego lo volvió a golpear y le tiró dos pesos, “para que te compres una cara nueva.”

El incidente llegó a la Justicia y enfrió aún más la relación entre Pappo y Spinetta, quien evitó cruzarse con el Carpo en La Falda ese mismo año, en lo que prometía ser un encuentro de viejos compañeros de ruta y terminó en un juego de escondidas.


Charly García-Redondos

Charly GarciaA principio de los 80, Charly García empezaba a experimentar con la producción artística y mal no le iba (chequear La dicha en movimiento y Hotel Calamaro, primeros trabajos de Los Twist y Andrés Calamaro, entre otros). Se interesó por Los Redonditos de Ricota, quienes ya eran un secreto a voces en el under porteño, bendecidos por la crítica, pero lejos de las grandes ligas. Una noche de 1984 Charly se acercó a La Esquina del Sol, uno de los reductos por excelencia de Patricio Rey, ubicado en Palermo Viejo. El Indio, Skay y Poli conversaban con otros personajes de la trouppe en la barra del bar. García se acercó al triunvirato ricotero y les ofreció hacerse cargo de la producción. “No gracias, nosotros lo hacemos solos”, fue la cortés, pero valiente respuesta. No se conoció otro encuentro físico, por lo que los cortocircuitos llegaron en otros niveles.

Interpretar la lírica del Indio Solari es uno de los ejercicios favoritos del público y el periodismo rockero. “Todo un palo” editado en Un baión para el ojo idiota fue visto como una respuesta ricotera a versos emblemáticos de García. “Yo voy en trenes, no tengo donde ir, algo me late y no es mi corazón” canta el Indio, y resulta inevitable contrastarlo con “tengo algo hondo que late en mi corazón” de Inconsciente colectivo y “No voy en tren, voy en avión”, de No voy en tren. Solari, poco afecto a referirse a sus letras, declaró una vez: “Yo voy en trenes’ no tiene por qué ser una respuesta a ‘No voy en tren’. Las interpretaciones corren por cuenta de cada uno. De todos modos yo creo que rockeros como García o Spinetta son queridos, más que por sus últimos trabajos artísticos, por su actitud durante la dictadura, por su significación. Que algunos de ellos se hayan olvidado de esto y hayan entrado en la comodidad del artista cortesano, del artista posmoderno que se limita a hablar de su soledad, es problema suyo. Son ellos los que se pierden a la gente”.

Patricio Rey y sus Redonditos de RicotaEn otra oportunidad, el Indio aceptó disfrutar de algunas letras de García, en oposición a cierto “surrealismo musical”, por lo que los dardos parecen apuntar a Spinetta “Es un surrealismo que al menos para mi no tiene un tronco emotivo lo suficientemente fuerte. Prefiero lo desparejo de las letras de García, Páez o Calamaro”.

Por su parte, García dijo no preocuparse por la popularidad del grupo de La Plata, ni siquiera en tiempos de sus conciertos más masivos: “Reconozco que si fuera otro el que llena River sí me daría celos. Yo soy muy celoso. Pero lo mío y lo de ellos son universos paralelos. Las formas de encarar las cosas son tan diferentes. Les deseo suerte”. Parecen ser estrategias similares, respeto por la obra del otro, pero al mismo tiempo marcando claramente las diferencias.

Si hubo enfrentamiento entre García y Los Redondos, hacia fines de los 90 se asemejó a una guerra fría: García apoyó la frase de Juanse, de los Ratones, quién criticó las máquinas empleadas en “Último bondi a Finisterre” y aconsejaba: “Redondos, toquen rock”. Solari, por su parte, ya como solista, no sólo elogió la obra del Calamaro post Rodríguez, sino que grabó El Salmón, tema de Andrés, en plena guerra mediática con García, en un acto inédito del ex Patricio Rey.  En este contexto puede leerse también la invitación de García a Skay para tocar en un show en La Plata. Las risas de Poli, al otro lado del teléfono, fueron la única respuesta.


Soda Stereo-Sumo

Soda StereoA principios de los 80 Soda Stereo y Sumo recorrían el circuito under porteño en plena efervescencia por la vuelta de la democracia. Ambas propuestas eran atrevidas e innovadoras, a su manera. Sumo cantaba en inglés, cuando desde Malvinas solo se aceptaba música en castellano, y su cantante traía todas las novedades de la Inglaterra post-punk. Por su parte, Soda Stereo fue una de las primeras bandas en darle importancia a la imagen de los músicos, sin descuidar por ello la calidad artística

Tal vez sea una declaración de Luca refiriéndose a Cerati la que empezó el conflicto: “es un chetito, con toda la guita de papi, que se pinta, que se pone el pelito así y todo eso, yo lo conozco, encima no es buena persona.” Claro que tampoco eran buenas personas Miguel Abuelo, Mateos, Los Violadores, Los Twist y Los Muertos. La tolerancia hacia sus colegas no era la virtud de Luca, esto fue reconocido por los propios integrantes de Sumo. Al mismo tiempo, el público de Sumo se asumió como rockero, en oposición a los chetos, según ellos, los que iban a ver a Soda.

SumoLa muerte de Luca no aquietó las aguas, y ya en los 90 un cantito se convirtió en clásico en los shows de las bandas “rockeras”, herederas legítimas o apropiadas del Legado de Sumo. El “Luca no se murió, que se muera Cerati” se escuchaba una y otra vez en recitales de Divididos,  y Las Pelotas, entre otras bandas. Estas agresiones del público fueron aplacándose gracias a la intervención de los músicos, que coincidieron en argumentar que ya se había muerto demasiada gente, o que en todo caso Cerati era un tipo que hacía música, que podía gustar o no, pero eso no lo hacía merecedor de la pena de muerte.

Quizás en un intento por enterrar definitivamente el fantasma de la rivalidad Soda – Sumo, Ricardo Mollo subió al escenario de Obras invitado por Cerati que presentaba su disco solista, Ahí vamos. Ricardo tocó en Bomba de tiempo, con un furioso solo final y luego subió en los bises para otro duelo, esta vez vocal, en el hit Crimen, ante la aceptación general de la audiencia del ex Soda. Queda la duda si reaccionaría de la misma manera el público de Divididos o el de Las Pelotas si es Cerati el que sube a compartir el escenario.


Redondos-Soda Stereo

Patricio Rey y sus Redonditos de RicotaLos caminos por los que Soda y Los Redondos construyeron su éxito son bien distintos. El trío desde un momento asumió el marketing y la imagen como un elemento más a su propuesta musical y de esta manera llenaron estadios por toda América. Por su parte, el combo platense fue dejando de lado los aspectos teatrales de sus conciertos para construir un sólido y paulatino crecimiento musical, basado en la autogestión y la independencia, encargándose de la producción, distribución y recaudación de su obra artística. Lo cierto es que de una u otra manera se convirtieron en los grupos más convocantes y tanto el público como la prensa no tardaron en establecerlo como el superclásico del rock nacional.

Pero más allá de estos argumentos la rivalidad entre las bandas vino desde abajo del escenario. El público de Los Redondos, cada vez más masivo y marginal que aquellos artistas e intelectuales de los 80, en buena parte heredero de Sumo y su esquema rockeros vs chetos, Soda Stereoempezó a cantar en los recitales contra Soda en general y Cerati en particular. Los fans de Soda respondieron y se generó una situación según la cual sólo se podía escuchar a una de las bandas, y esto acarreaba el odio por la otra.

Los músicos, si bien trataron de alejarse de este esquema futbolero, siempre dejaron en claro que no le interesaba ni la obra ni los seguidores del otro. Así, Cerati criticó al público ricotero al señalar que “me encanta que mi música no les llegue, y si les llega como un enemigo, pobre de ellos, lamento que les haga el nivel de vida más jodido”. También se refirió a la obra de Patricio Rey, indicando que sólo le gustan cosas de los primeros discos, y que nunca los vio como un objetivo a superar: “nunca me pasó escuchar un disco de ellos y decir, ‘guau, que buen disco, voy a hacer uno mejor’, como me pasaba con Virus en algún momento. Este tipo de competencia me parece más entendible.

Las críticas de Solari tienen que ver con la forma de encarar el rock, por lo que no se puntualiza en Soda, sino en los que eligen el camino del establishment: “No sé si todos los m&uacut;sicos tienen la comodidad que tenemos nosotros, si les gusta que una compañía con la que firmaron haga un compilado con sus temas y saque una gadorcha”. Pero al mismo tiempo, toma distancia del enfrentamiento personal: “más allá de las rivalidades, estoy convencido que mis enemigos no están entre los músicos, y que tengo mucho más puntos en común con los Soda Stereo que con el carnicero de la esquina.”

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