Oniro
Abril
Cronista: Gentileza: Bruno Lazzaro
12 de Junio, 2006
En su segundo trabajo, el conjunto consigue encontrar un estilo que carece de moldes. Rock para pastillas.
El trabajo de Oniro en su segundo disco “Abril” (sucesor de “Panfilus”) puede resumirse en un rock para pastillas. Música para ese mes otoñal en el mientras los días pasan las horas mueren para dejar llevar las sensaciones de las personas hacia una depresión revestida por un periodo de impasse.
“Abril” es una calma que rompe en cada machaque del bombo de Sebastain Koller (nombre rockero si los hay), en cada pausa del bajo de Claudio Pizzo, y en cada mensaje en clave en el que las guitarras de Pablo Turow y Daniel Rivas se comunican, para volver a un amanecer descalzo de sueños en la voz, estampa Cris Cornell, del cantante Gustavo García.
“Abril” tiene rock, no roll, pero una potencia melancólica que logra sumergirse en un estilo que, aunque exige catálogos (puede tener una cepa redonda), se mueve sin prejuicios ni perjuicios para los escuchas. El trabajo, que consta de 14 canciones más un track bizarro, es largo (dura más de 70 minutos) como el otoño. Pero no aburre, aporta en cada estilo por el que se va moviendo a medida que el disco empieza a crecer.
“Abril” tiene ideas, ganas y un futuro que, aunque no es masivo (ya que no entra en el actual programa de hits), tiene una buena parada. Los climas van y vienen y, aunque las hojas tengan más vida en el suelo, la banda encuentra en esa oscuridad un motivo de vida.
“Abril” es una calma que rompe en cada machaque del bombo de Sebastain Koller (nombre rockero si los hay), en cada pausa del bajo de Claudio Pizzo, y en cada mensaje en clave en el que las guitarras de Pablo Turow y Daniel Rivas se comunican, para volver a un amanecer descalzo de sueños en la voz, estampa Cris Cornell, del cantante Gustavo García.
“Abril” tiene rock, no roll, pero una potencia melancólica que logra sumergirse en un estilo que, aunque exige catálogos (puede tener una cepa redonda), se mueve sin prejuicios ni perjuicios para los escuchas. El trabajo, que consta de 14 canciones más un track bizarro, es largo (dura más de 70 minutos) como el otoño. Pero no aburre, aporta en cada estilo por el que se va moviendo a medida que el disco empieza a crecer.
“Abril” tiene ideas, ganas y un futuro que, aunque no es masivo (ya que no entra en el actual programa de hits), tiene una buena parada. Los climas van y vienen y, aunque las hojas tengan más vida en el suelo, la banda encuentra en esa oscuridad un motivo de vida.
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