Las Pelotas
Despierta
15 de Septiembre, 2009
Con el dolor sobre sus espaldas, Las Pelotas entregan un disco lleno de vida.
Las imágenes de Mía, una hermosa niña que baila y sonríe sobre un fondo blanquísimo, acompañan el nuevo disco de Las Pelotas, constituyendo una de las tapas más cándidas en la historia del rock nacional. Y este dato, en una banda nació del dolor tras la muerte de Luca e hizo de la oscuridad uno de sus rasgos distintivos, no deja de sorprender, más aún teniendo en cuenta otro fallecimiento, el de Alejandro Sokol a comienzos de este año, cuando ya no era parte del gurpo. Al Bocha se lo recuerda como el “amigo y compañero de todas las batallas”, un texto al pie de un micrófono, y más allá de que la inevitable búsqueda de palabras, músicas y sensaciones referidas al entrañable cantante parezca encontrar algunas respuestas, el disco claramente mira hacia adelante.
Despierta se afinca en ese sonido más límpido que se terminó de plasmar en Esperando el milagro (2003), el álbum que los hizo trascender las fronteras del rock, con todo lo que eso implica en una banda formada en la escuela de Sumo. Dentro de esa tendencia, repiten la coproducción artística de Germán Daffunchio y el tecladista Sebastián Schachtel para reproducir los colores que vienen caracterizando el sonido de Las Pelotas.
El sonido fuerte arranca en “Saben”, presentado por el redoble de Gustavo Jove y elegido como corte de difusión, en la misma línea contestataria de “Desaparecido” y “Basta”. En este caso, la banda elige incomodar al poner en las vocecitas aflautadas de un coro de niños (algunos de la familia pelotera) frases como “dicen que cooperarán en arreglar el mundo / cuando en realidad les chupa un huevo”. El enojo volverá con “Si quisiste ver”, con el valor agregado de la guitarra de Fernando Ruiz Díaz, un poco primitiva y otro cibernética, a esta altura una marca registrada. El riff envolvente de Fernando roza el grunge, y su voz apenas audible acompaña a la de Germán en un estribillo para cantar con el puño en alto: “Resistir es desde otro lugar y no ser bife”. Hacia el final, “La semilla” aporta la densidad de Sumo, bien cargado, ascendente, con las violas disparando por los auriculares y Germán forzando su voz como pocas veces.
Pero a no confundirse: el resto del material no sigue esta tesitura, y la reflexión emocional, la introspección y la naturaleza se apoderan de buena parte de los textos. “¿Qué podés dar?” y “Nunca te jugaste” entregan el costado brit de la banda, con Daffunchio y Tomás Sussmann en esas vueltas de guitarra que les salen de taquito y los teclados de Schachtel entregando el contrapunto justo. También comparten cierta similitud en las letras, inquisitivas, algo irónicas, cien por ciento daffunchianas.
Los reggaes, infaltables en un álbum de Las Pelotas, llegan con la ternura afectiva de “Una tregua” y las instantáneas naturales de “Que estés sonriendo” y recuperan el espíritu de los primeros tiempos: el bajo de Gabriela Martínez bien adelante y Alejandro Gómez, presentado como integrante oficial, aportando trompeta y trombón.
“Pasajeros” es una de las joyitas que apunta para clásico del repertorio pelotero, una balada ascendente que desemboca en un estribillo inolvidable con las deliciosas teclas de Schachtel acompañando la pared de violas. La otra es “Personalmente”, con una melodía aún más bella y el puente como regalo para las multitudes: “deja, sigamos remontando vuelo / deja, la luz siempre atraviesa el bosque”. El final llega con “Destellos” y su sonido espacial, con los coros de Gaby acompañando el mantra de Germán que le da título al álbum.
Las Pelotas miran para adelante con un disco reflexivo, por momentos nostálgico, en otros protestón, pero siempre auténtico, con buenas canciones y el estilo ya clásico de una banda que supo más de una vez reinventarse a sí misma. Como ellos mismos dicen en “Pasajeros”: “No hay que vivir fingiendo / la cosa es al revés, cuando sólo / somos pasajeros / en este show”.
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