Andrea Alvarez
Doble A
31 de Mayo, 2009
La baterista vuelve recargada en un disco de primer nivel.
Sabida es la historia de Andrea Álvarez quien sin ser una Orozco tocó con muchos de los artistas más importantes de Argentina y Latinoamérica. Y si bien nunca dejó de lado esas colaboraciones y es frecuentemente invitada a compartir escenarios, a principios de este siglo inició su carrera solista. Al debut homónimo del 2002, le sucedió Dormís (2006) y el año pasado llegó Doble A, una muestra de su poderío rockero ascendente.
Para este álbum fue a buscar a Jim Diamond (productor de los primeros discos de The White Stripes), quien produjo el material, fue técnico de grabación en ION y lo mezcló y masterizó en Ghetto Recorders, su reconocido estudio de Detroit. El resultado es el equilibrio justo entre el sonido primal del garage y el aprovechamiento del estudio, con la grabación analógica como el elemento más destacado.
En la foto de tapa se la ve a Andrea recostada en el estudio de grabación. Las fotos del booklet se refieren en exclusiva a ese ámbito y explican la imagen principal. Allí aparecen los muy buenos músicos (el guitarrista Mauro Quintero y el bajista Nano Casale), el productor y la baterista entre instrumentos, consolas y peceras; tocando, probando y chequeando que todo esté en orden. Como pocas veces, en Doble A hay un correlato entre lo que se percibe por la vista y por el oído: la grabación es impecable y se recomienda altamente el uso de auriculares para transportarse a esa claustrofobia musical que tan bien transmiten Andrea Álvarez y sus muchachos.
A la hora de poner play se escucha la introducción valvular de “Nurse”, devota del Pappo`s Blues de la primera época y con la voz procesada de Andrea haciéndose lugar entre tanta potencia. A continuación el repiqueteo del cencerro precede al riff rockero y contundente de “Calladitos”, en cuya letra queda claro quien manda, aunque Álvarez, autora de todos los textos, sugiere tomarlos como historias de ficción.
El tándem “Muerto” / “Aleluya” se sostiene con peso propio y brilla con el aporte de los invitados. En el primero, Ricardo Mollo pone todos los efectos de su viola al servicio de una canción muy densa, para terminar con un solo con su sello. Por su parte, Richard Coleman trae su impronta oscura en guitarras y voces climáticas para “Aleluya”, como para que Andrea descanse un poco y juegue con la percusión. “Malo para mí” empieza con un riff spinettiano, de los más melódicos del álbum, mientras que “No menos que vos” tiene mucho hard rock británico, en cuya estructura la banda se muestra sólida y versátil, para quebrar y acelerar en el momento justo.
En “Lesson” el comienzo es misterioso y slow, con Álvarez castigando los parches, acompañada sólo por el bajo; luego la voz se va perdiendo en un tempo que se acelera hasta llegar a un estribillo bien podrido. En el rockazo “Doble A”, Andrea juega con sus iniciales y el tipo de pila, en una letra de juerga sexual con citas a actores porno y al baterista fiestero por excelencia. “Alter ego” se inicia con un riff duro y galopante, un tren al que se vuelve a subir en “Sapo”: una de las mejores bases del disco, con reminiscencias a la Jimi Hendrix Experience.
“Al límite” trae un sonido más limpio, en la que Andrea muestra todas sus credenciales en la percusión, además de una letra pensada de manera diferente, con versos mucho más largos, lo que le permite una mayor línea melódica. El último tema es el notable “Cirugía mayor”, un blues duro con la guitarra y la armónica de Sandra Vázquez bombardeando por distintos canales y la voz de Andrea desgarrándose con el correr de la canción.
Canciones bien compuestas y mejor tocadas, invitados que suman y un impecable sonido analógico reforzado por el productor indicado, hacen de Doble A un disco notable y el despegue definitivo de la carrera solista de Andrea Álvarez
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