Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Aterciopelados

Rio

Cronista: Pablo Andisco

17 de Marzo, 2009

Rio

En su segundo disco luego de la mini separación, Aterciopelados sigue mostrando como rock y folklore pueden ir de la mano, en un álbum marcado por la conciencia ecológica y la maternidad de Andrea Echeverri.

La banda originaria de Bogotá lleva casi 20 años mostrando lo suyo dentro de una camada que nació hacia mediados de los 90, cuando el foco de la industria discográfica  se situó más al norte de la línea del Ecuador. La mezcla de rock y folklore no era nada nuevo en grupos como Arco Iris, o los chilenos de Los Jaivas, pero los ritmos del norte son otros, y por consiguiente cambiaron los sonidos. Café Tacuba en México y Aterciopelados en Colombia de alguna manera encabezaron esa renovación; pero mientras los cafeta lograron hacerse de un buen número de seguidores en la Argentina, a los colombianos siempre se los asoció con “la minita que canta en el unplugged de Soda”.

Pero Andrea Echeverri, la muchacha en cuestión, es mucho más que eso. En el parate autoimpuesto por el grupo fue madre y solista, y ambas experiencias se trasladan a “Río”, el sucesor del exitoso “Oye” (2006), ganador del Grammy Latino. Y para entender a Aterciopelados es necesario presentar a Héctor Buitrago: productor, bajista, multiinstrumentista y el otro miembro fundador. Ambos compusieron todo el material de un disco que si bien mantiene el combo pop/rock/folklore, se anima a combinar elementos milenarios con otros mucho más modernos: de esta manera, el palo de lluvia y la zampoña conviven con la electrónica para demostrar lo cerca que pueden estar dos universos aparentemente antagónicos.

La palabra “Río” excede a una corriente natural de agua, y al título de una canción o de un álbum: es todo un concepto, una declaración de principios, una toma de decisión ante un problema global (la ecología) y particular (la contaminación del Río Bogotá). Aterciopelados machaca con insistencia en este sentido, y al poner play se escucha la correntada y con ella viene una canción sencillita y efectiva, que sirve para entender a la banda y al concepto: con aires manuchaístas, “Río” denuncia el parte de enfermo del Bogotá, que tiene tos, sed, e incluye una plegaria por la vuelta de los peces. En la misma línea llega “Tréboles”, plagada de elementos naturales y modismos locales; colores y vaivenes: por momentos la melodía la sostiene el bajo y por otros es una catarata percutiva la que lleva el ritmo.

A veces la denuncia es mucho más directa, como en “Día paranormal”, con una abierta crítica a las clases dirigentes o en “Bandera”, una canción con aires españoles con referencias a los problemas inmigratorios en el viejo continente, de los que también fue víctima la propia banda. En otros momentos, el grupo decide apostar por la ironía naif y el sentido común, como el caso de “Ataque de risa”, con coros de niños y una letra que propone disparar flores y bombardear amores; o el de “Gratis”, un electro pop movidito que recuerda la gratuidad de los cuatro elementos naturales, entre tantas otras cosas como la risa.

El otro eje fundamental en el que se apoya el álbum es el concepto de maternidad. En “28”, un ritmo entre reggae y hip hop sirve de marco para un elogio del vientre materno y  “Madre” une las dos grandes temáticas de este momento del grupo, en una pieza que mezcla sonidos tribales y electrónicos y con mil y una referencias a la pacha mama. Y entre valsecitos y corridos, la banda redondea un buen trabajo que cierra conceptualmente con “Agüita”, celebrando no en este caso al río que los vio nacer, sino al agua en todas sus formas.

Con buenas canciones y un claro mensaje ecologista, Aterciopelados ratifica su lugar en el rock latinoamericano y de la mano de Pop Art busca hacerse fuerte en suelo argentino, acaso su deuda pendiente.

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