Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Enrique Bunbury

Hellville de Luxe

Cronista: Pablo Andisco

24 de Noviembre, 2008

Hellville de Luxe

El trovador de Zaragoza finalmente encontró su lugar en el mundo.

Oficialmente, este es el quinto disco de estudio de Enrique Bunbury como solista, y el primero desde el notable “El viaje a ninguna parte” (2004), el álbum doble con el que finalmente pudo alcanzar su estatura solista y despegarse de (casi) toda impronta de Héroes del Silencio. Pero en estos cuatro años el zaragozano estuvo lejos de quedarse quieto. Editó un disco en vivo, “Freak show”, formó Los Chullis, una banda de covers, se juntó con casi todo el indie español, de donde se destaca el genial disco con Nacho Vegas “El tiempo de las cerezas” y llenó estadios y bolsillos cuando los Héroes se sumaron a la ola de regresos. Y todo esto sin contar box sets, reediciones y compilados varios, un departamento en el que Héroes/Bunbury deben tener una de las proporciones más elevadas en relación con los materiales de estudio.  

Para intentar entender “Hellville de Luxe” es necesario empezar por el título. Así se llama también la casa/estudio de grabación que el artista tiene en El Puerto de Santa María, un pueblo ubicado en Andalucía. Y también hay que prestarle atención a una suerte de subtítulo: “al final, para un hombre de mundo, es muy exótico volver a casa”. Es que si en el comienzo de su aventura solista reinaba un espíritu circense de cabaret ambulante y su anterior trabajo lo mostraba como un trovador viajando a ninguna parte, “Hellville…” encuentra a Bunbury más reflexivo, autorreferencial y estático. La tapa lo presenta en tonalidad sepia y como un granjero, cool pero granjero al fin y nos invita a un viaje al corazón musical de los Estados Unidos. Para la producción, tras un tiempo Bunbury volvió a confiar en el Roxy Music Phil Manzanera, responsable de “Senderos de traición” (1990) y “El espíritu del vino” (1993), despegue y confirmación de Héroes del Silencio.

El disco abre a puro galope, con “El hombre delgado que no flaqueará jamás”, una canción que nació maldita por las acusaciones de plagio hacia el poeta madrileño Pedro Casariego que volaron a la velocidad de la red, e inundaron foros a favor y en contra. Pero más allá de esta polémica, el inicio del álbum es demoledor: el español se mete de lleno en el rock (norte) americano con una joya de casi siete minutos de corte netamente dylaniano, con el título como único estribillo y un muy escaso descanso instrumental. “Soy un explorador solitario que perdió la brújula y el mapa”, así elige presentarse Bunbury en el tema de difusión, cuyo clip lo muestra en una suerte de road movie por los desiertos del norte.

Los teclados son los protagonistas de “Porque las cosas cambian” una balada agradable que funciona como remanso antes de “Bujías para el dolor” en la que guitarras algo más podridas ensucian una melodía pop con lírica de loser, ideal para que la coreen las multitudes. “Si no fuera por ti” es oscuridad densa con violas filosas y, en este juego de contrastes aparece “Hay muy poca gente”, otra buena canción que va ganando optimismo solemne con el agregado de violas, violines y el cierre con la guitarra de Manzanera.

A partir de “El porqué de tus silencios” Bunbury baja los decibeles y las revoluciones y el álbum se sumerge en un ambiente de melancolía. “Doscientos huesos y un collar de calaveras” es, pese a su título necrofílico, una bella canción de amor en plan balada power. “Irremediameblente cotidiano” destila tedio y rutina en un comienzo con aires de bossa nova. “Canción cruel” es el mejor tema de este pasaje del álbum, una joya folk que parece escapada del trabajo con Vegas, a mitad de camino entre Leonard Cohen y Serrat, con su orquestación mínima y una armónica que hacia el final acentúa el tono campestre que venía insinuando.

Para cerrar el álbum, “Todo lo haremos mejor en el futuro” tiene el ritmo pausado y bluseado típico de Tom Waits y su letra tiene más de resignación positiva que de genuino optimismo. El último tema es “Aquí”, un cierre bajón como acostumbra Bunbury, esta vez con aires de ranchera y acordeón melancólico. La letra habla por sí sola: “Aquí” es su lugar en el mundo, donde el acantilado le ruge a las olas y donde descansa el fugitivo de siempre que sólo quiere estar con su chica.

Con una producción impecable y unas cuantas buenas canciones con su sello, Enrique Bunbury retoma su carrera solista con un álbum en el que el trovador errante se retira y abre el paso a un nuevo horizonte, más relajado pero siempre atrapante.

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