Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Canciones que se cantan solas

Cronista: Gentileza: Nadia Mansilla | Fotos: Beto Landoni

13 de Junio, 2006

Canciones que se cantan solas

Con la excusa de la presentación de su DVD “Miau”, Arbol cargó las pilas de 6000 semillas en el Luna Park, con una lista de temas que envidiarían cualquier marca de pegamento.

Sábado a la noche. Efervescencia en el punto máximo. Espera a puro agite. Se oscurece el estadio y entonces aparecen de trajes blancos y cascos naranjas. Juegos de luces y un escenario con aluminios y cables, en relación al nombre del show. “La fábrica de canciones” fue, sin duda, una producción en cadena.

Con puntualidad suiza, salieron al escenario a las 21.15. Trajeados como obreros, fueron engranajes aceitados de un show tan prolijo como espontáneo. Una locutora en off invitaba muy amablemente a lo imposible: No saltar, no gritar, no respirar. Claro que nadie le hizo caso y durante las 2 horas –puntualísimas también- aquellos que no saltaban resaltaban como puntos negros en un arco iris de remeras.

Abrieron con “Canciones para vivir”. Le siguieron “Y arriba y abajo”; “Suerte”; “Chikanoréxica” al hilo para empezar. “Sexo” pegadito a “Little Dreams”, como para confirmar el crecimiento de los músicos. Luego un coro de Marley que derivó en “Motherfucker” y luego en “Canciones”. Un tema detrás del otro. Un verdadero problema para cualquier vendedor de gaseosa; una pila de vida para cualquier amargado.

“¡Ahora viene la parte que gritamos bien fuerte para Gaby!” gritó Pablo Romero cuando le tocó el turno a “Ya lo sabemos”, en referencia al bajista de Catupecu Machu. Un apoyo incondicional que se mantuvo presente en varios show desde fines de marzo hasta la fecha.

Luego, en una valiente cruzada, Pablito (es inevitable introducir la reducción en el nombre de una de las voces de la banda) pidió que hagan cancha y cual Moisés del rock, abrió el campo… por segundos, claro. Atravesó el campo con su guitarra amarilla y un micrófono. Milagrosamente llegaron en buen estado.

A decir verdad un público tan adolescente, con tanta energía positiva no atinó a más que palmarle la cabeza. Pero tantas manos no fueron suficientes para frenarlo, y después de llegar al otro extremo del estadio, dio la vuelta por dentro del Luna y volvió al ruedo.

Le seguirían el temazo “Enes”, “Vomitando Flores”, “Ya sé” y “Cosa acuosa” sin pausa. Luego “Jardín Frenético” y “Ya me voy”, con los esforzados coros de Carla Ritrovato, arrimaban el final. Otra mezcla extraña -pero bien lograda- fue la de “El Fantasma” con “Está saliendo el sol” de Intoxicados y “No woman no cry” de Bob Marley.

Para cerrar una noche vibrante, y eliminar los inventos de la prensa (?) apareció Maikel, guitarrista de Kapanga, que con el estribillo de “El mono relojero”, desterró los rumores que ellos mismos crearon sobre la rivalidad de las bandas. Árbol y Kapanga, junto a Carajo, formaron en algún momento un power trío de la escena local. El pique entre las dos primeras fue una broma que crearon ellos para reírse de los ping-pong que suelen crearse en el rock nacional.

Volvió a sonar “Canciones para vivir” y una amenaza de final. Hasta que sonó un cover que ser cantado hay que tomar coraje. Y más si se hace a capella: “Jijiji” de los Redondos. Pero esta vez tuvo un adicional al sumársele el estribillo de “De música ligera” de Soda Stereo.

Estos chicos, tan de conservatorio, pero no conservadores, demostraron una vez más que ante una o mil personas mantienen su esencia, su energía adolescente, sin ser inmaduros.
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