Oasis
Sin mirar hacia atrás
Cronista: Gentileza: Bruno Lazzaro | Fotos:
Beto Landoni
17 de Marzo, 2006
En un show por momentos pasivo y por otros fervorso, Oasis presentó varias de las canciones de su último álbum "Dont believe the truth". Sin más palabras que gracias y adios, los británicos cerraron el Personal Fest con un recital directo y
Eran cerca de las 22 cuando Liam Gallagher se paró frente al micrófono y con su clásica estampa (manos entrelazadas detrás de la cadera, anteojos negros, corte mod y una leve inclinación hacia la derecha) marcó el mismo horario en el escenario del Campo de Polo. Quince minutos antes, y a través de los alto parlantes, desde la organización del evento anunciaron que el show (pactado para las 21.30) se demoraría, "debido a la gran afluencia de gente" (cerca de 45.000), por quince minutos.
Algo que en un principio, cuando el interlocutor comenzó a hablar, causó temor y creó un silencio estampa que luego se convirtió en risa generalizada. Es que en estos momentos de paranoia rock, la gente ya no sabe qué pensar, qué creer y ni siquiera qué hacer ante la parafernalia que reflejan los shows en escenarios grandes.
A esa hora todavía eran muchos los que, haciendo juego con la marca que auspiciaba el evento (Personal), seguían jugando a la búsqueda del tesoro a través de sus celulares, y levantando las manos (pero sin mover la cintura y sin ningún movimiento sexy) colmaban la paciencia de los que solamente querían presenciar un buen espectáculo.
Más atrás en el tiempo se habían presentado los clásicos aguantes personalizados en los Súper Ratones (un conjunto más ligado a Blur que a Oasis, pero con la corriente brit pop cada vez más marcada), Volador G, Juana la Loca (que en sus comienzos fue muy comparado con la banda de los Gallagher, pese a tener más años como conjunto que los británicos) y Turf, que a caballito de sus hits logró atenuar la espera. La sorpresa la dio el conjunto Intoxicados, que también formó parte de los teloneros ante la azorada mirada de los presentes.
El primer tema elegido para presentarse por tercera vez en nuestro país (estuvieron en 1998 y en 2001) fue "Turn up the sun", de su último trabajo "Don`t believe the truth". "La banda va a seguir tocando, pero ellos piden que se calmen un poco. La idea es divertirse sin que nadie salga lastimado", anunciaron luego de sonar Lyla, segundo tema. Acto seguido, Oasis dejó el escenario por unos segundos ante la exaltada afición. Algo un poco llamativo ya que los supuestos revoltosos eran más tranquilos que Stephen Hawkins.
Cuatro pantallas a los costados de un escenario sin grandes costos, sirvieron de marco para los inexpresivos de Manchester. Salvo algunos "thanks" (gracias) y unas frases en un británico de suburbio, que era un tanto difícil de descifrar, el público, que estaba demasiado demandante con el pasar de las canciones, no se llevó más que el recuerdo de sus caras sin sonrisas.
El viento, que era un invitado impensado en la por entonces cálida noche de viernes, tuvo gran relevancia cuando en su ir y venir depositó el sonido en los oídos de los presentes. Algo que no pasó con la batería que, muy por encima de los demás instrumentos, fue la vedette de turno. Muy bien empleada por Zak Starkey, el hijo de Ringo ejercitó a los parches y platillos con una potencia y solvencia con la que confirmó por qué ocupa uno de los banquillos más complicados de reemplazar: Ya que también el baterista de The Who, lugar que fue ocupado hasta a su muerte por el fabuloso Keith Moon, fallecido hace más de 20 años y considerado uno de los mejores bateristas del género.
"Estas zapatillas son una mierda", fueron las palabras enunciadas por el guitarrista Noel Gallagher luego de que alguno de los presentes, promediando el show, las arrojara para demostrar su ¿fanatismo?. Del otro lado una bandera inglesa con el nombre de la banda era agitada sin parar. Y desde arriba más "gracias", ni totales, ni nada: simpleza.
El show se desarrolló inteligentemente, ya que intercalaron sus clásicos más aclamados como "Wonderwall", "Champagne Supernova" y "Dont look back in anger" (griterío generalizado) con su más reciente material. Y sumaron joyas como "Rock and roll star", "Morning glory" y "Cigarretes and Alcohol". Pero se olvidaron de otros como "Stand by me", "Dont go away" y "Cast no shadow
Pese a ser considerados "los chicos malos del rock", y a no reconocer a ninguna de sus influencias sin agregarles un insulto, dejaron para el final la genial "My generation" (The Who) que terminó de confirmar que la mayoría del público presente no estaba más allá de las modas al preguntarse en qué disco estaba la canción.
Entre tantos visitantes aburguesados, un par de borrachines ingleses no le hicieron mal a un público argento que no para de sorprenderse ante la gran demanda rock de estos días. Una noche rápida, casi fugaz, que dejó otro buen recuerdo de un conjunto que, a pesar de no ofrecer nada nuevo, da todo lo que tiene sin importar qué se piense de ellos. Una presentación destacada para los primeros padres del retro rock. Un show cargado de canciones simples que fue más que una visión desértica.
Algo que en un principio, cuando el interlocutor comenzó a hablar, causó temor y creó un silencio estampa que luego se convirtió en risa generalizada. Es que en estos momentos de paranoia rock, la gente ya no sabe qué pensar, qué creer y ni siquiera qué hacer ante la parafernalia que reflejan los shows en escenarios grandes.
A esa hora todavía eran muchos los que, haciendo juego con la marca que auspiciaba el evento (Personal), seguían jugando a la búsqueda del tesoro a través de sus celulares, y levantando las manos (pero sin mover la cintura y sin ningún movimiento sexy) colmaban la paciencia de los que solamente querían presenciar un buen espectáculo.
Más atrás en el tiempo se habían presentado los clásicos aguantes personalizados en los Súper Ratones (un conjunto más ligado a Blur que a Oasis, pero con la corriente brit pop cada vez más marcada), Volador G, Juana la Loca (que en sus comienzos fue muy comparado con la banda de los Gallagher, pese a tener más años como conjunto que los británicos) y Turf, que a caballito de sus hits logró atenuar la espera. La sorpresa la dio el conjunto Intoxicados, que también formó parte de los teloneros ante la azorada mirada de los presentes.
El primer tema elegido para presentarse por tercera vez en nuestro país (estuvieron en 1998 y en 2001) fue "Turn up the sun", de su último trabajo "Don`t believe the truth". "La banda va a seguir tocando, pero ellos piden que se calmen un poco. La idea es divertirse sin que nadie salga lastimado", anunciaron luego de sonar Lyla, segundo tema. Acto seguido, Oasis dejó el escenario por unos segundos ante la exaltada afición. Algo un poco llamativo ya que los supuestos revoltosos eran más tranquilos que Stephen Hawkins.
Cuatro pantallas a los costados de un escenario sin grandes costos, sirvieron de marco para los inexpresivos de Manchester. Salvo algunos "thanks" (gracias) y unas frases en un británico de suburbio, que era un tanto difícil de descifrar, el público, que estaba demasiado demandante con el pasar de las canciones, no se llevó más que el recuerdo de sus caras sin sonrisas.
El viento, que era un invitado impensado en la por entonces cálida noche de viernes, tuvo gran relevancia cuando en su ir y venir depositó el sonido en los oídos de los presentes. Algo que no pasó con la batería que, muy por encima de los demás instrumentos, fue la vedette de turno. Muy bien empleada por Zak Starkey, el hijo de Ringo ejercitó a los parches y platillos con una potencia y solvencia con la que confirmó por qué ocupa uno de los banquillos más complicados de reemplazar: Ya que también el baterista de The Who, lugar que fue ocupado hasta a su muerte por el fabuloso Keith Moon, fallecido hace más de 20 años y considerado uno de los mejores bateristas del género.
"Estas zapatillas son una mierda", fueron las palabras enunciadas por el guitarrista Noel Gallagher luego de que alguno de los presentes, promediando el show, las arrojara para demostrar su ¿fanatismo?. Del otro lado una bandera inglesa con el nombre de la banda era agitada sin parar. Y desde arriba más "gracias", ni totales, ni nada: simpleza.
El show se desarrolló inteligentemente, ya que intercalaron sus clásicos más aclamados como "Wonderwall", "Champagne Supernova" y "Dont look back in anger" (griterío generalizado) con su más reciente material. Y sumaron joyas como "Rock and roll star", "Morning glory" y "Cigarretes and Alcohol". Pero se olvidaron de otros como "Stand by me", "Dont go away" y "Cast no shadow
Pese a ser considerados "los chicos malos del rock", y a no reconocer a ninguna de sus influencias sin agregarles un insulto, dejaron para el final la genial "My generation" (The Who) que terminó de confirmar que la mayoría del público presente no estaba más allá de las modas al preguntarse en qué disco estaba la canción.
Entre tantos visitantes aburguesados, un par de borrachines ingleses no le hicieron mal a un público argento que no para de sorprenderse ante la gran demanda rock de estos días. Una noche rápida, casi fugaz, que dejó otro buen recuerdo de un conjunto que, a pesar de no ofrecer nada nuevo, da todo lo que tiene sin importar qué se piense de ellos. Una presentación destacada para los primeros padres del retro rock. Un show cargado de canciones simples que fue más que una visión desértica.
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