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Bullet for my Valentine

Pogo a prueba de balas

Cronista: Matias Fangi | Fotos: Daniel Prieto

26 de Noviembre, 2019

Pogo a prueba de balas

Bullet From My Valentine volvió a la Argentina luego de tres años e hizo temblar al Teatro Flores.

Cualquiera de los vecinos que andaba por Rivadavia al 7800 en la tardecita del martes podía intuir había un concierto en el histórico Teatro Flores. Lo que no podría asegurar es qué banda tocaría. Pasaban las imágenes de Megadeth, Metallica, Linkin Park, Rammstein, Iron Maiden, Kiss, Carajo, Dos Minutos, Bullet For My Valentine, y contando. La lista de remeras y merchandising seguía creciendo a medida que uno observaba a los jóvenes que compartían una cerveza o fuman un cigarrillo haciendo fila frente a una mueblería que cerraba sus persianas.

Un joven espera que abran las puertas. A su lado una chica le comparte unas galletitas que compró en el supermercado lindero. Él viste una camisa beige bien planchada metida dentro de sus pantalones. Ella luce un short de jean con una remera de Bullet For My Valentine y un termo de telgopor bajo el brazo. Su aspecto tan cuidado contrasta con la fachada descascarada y la avejentada placa que anuncia el nombre del local. La persiana se abre y los primeros de la fila, al contrario de lo que se esperaría, parecen más preocupados por ir a la barra que por buscar lugar frente al escenario.

Poco después de que un puñado de personas decida amontonarse frente al telón rojo, éste se abre y comienza a tocar Desván. Si bien el público acompañó con aplausos y ovaciones se sentía un ambiente muy tibio. El agua para el mate aún no estaba lista. Luego fue turno en el escenario de Helleluyah, quienes ya contaron con mayor cantidad de público, el primer pogo de la noche y un acompañamiento más cálido. Él agua casi estaba lista para ir al termo.

La ovación ya era un solo grito. "Olé, olé, olé Bullet, Bullet". Mientras el público ya colmaba casi la totalidad del teatro, podía verse entre la multitud que el  joven de camisa beige continuaba luciendo de manera impecable. Como si estuviera en el cumpleaños de quince de su hermana.  Repentinamente las luces cesaron, la oscuridad le cedió la sala al grito de los fanáticos que ya podían imaginarse lo que venía. Luces azules aparecieron, el telón bailó hacia los costados y pudo verse sobre el escenario al cantante Matt Tuck dándole la bienvenida a su público. Los gritos no cesarían por la próxima hora. El calor tampoco aflojaría en toda la noche. El agua del mate estaba lista y sólo faltaba cebarlo.

Comenzaron tocando canciones de su nuevo disco Gravity (2018), como “Don‘t Need You”, “Piece of Me” y “Over it” mechadas entre canciones de otros álbumes, como “Your Betrayal” o “4 Words (To Choke Upon)”. Las cabezas de los fanáticos empezaron a subir y bajar abruptamente y el pogo se veía y se sentía que era cada vez más multitudinario.

La temperatura empezó a subir pero eso no detuvo a ningún fanático, ni siquiera al que mostraba un cartel donde le pedía al vocalista que lo ayude a pedirle matrimonio a su novia en medio del recital. Mujeres y hombres cantaban y saltaban por igual. Altos y bajos, gordos y flacos se empujaban en los pogos como si fueran niños en algún castillo inflable, hasta que llegó un pequeño intermedio, en el que el batero Jason Bowld desplegó todas sus habilidades, brindó un solo de batería que puso a todo el teatro a los gritos y preparó el camino para lo que vendría después.

Cuando Tuck, el guitarrista Michael Paget (con camiseta de Argentina incluida) y el bajista Jamie Mathias volvieron al escenario fue momento de tocar los clásicos. “Venom”, “Suffocating Under Words of Sorrow (What Can I Do)”, "The Last Fight” vibraron en cada rincón del teatro.

Hand Of Blood, Hand Of Blood, Hand Of Blood” fue el grito al unísono del público. La banda no dudó en contestar el llamado y, mientras sonaba el tema que le dio nombre a su segundo disco, se armó el pogo más multitudinario de la noche. El joven de la camisa beige (que ahora la llevaba en su mano) salía del tumulto, había perdido su frescura y elegancia de la entrada; se lo veía agitado y transpirado.

Cerraron con “Walking the Demon”, tras los últimos acordes y para delirio de los presentes comenzaron a arrojar al público las partituras, púas y baquetas, incluso hubo un amague de Paget para lanzarse desde el escenario pero desistió a último momento.

El regreso de Bullet For My Valentine a la Argentina se vivió de menor a mayor y de diferentes maneras. Estuvieron los amantes del pogo. Los que veían desde la barra. Los que decidían filmar absolutamente todo. Y aquellos que parecían en otra y sólo se dedicaban a escuchar y seguir el ritmo con la cabeza. BFMV dio un gran espectáculo y dejó satisfecho a cada uno de sus fanáticos. Una noche en donde los galeses hicieron vibrar a un Teatro Flores a prueba de bullets.

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