Sepultura
Las raíces del thrash
20 de Octubre, 2017
La leyenda del metal brasileño desembarcó en Groove para presentar Machine Messiah (2017), su más reciente trabajo discográfico, y deleitar a la audiencia con los clásicos inoxidables.
Apenas unas horas antes de su show en Palermo, Andreas Kisser, guitarrista y líder indiscutido de Sepultura, aseguraba en su entrevista con Revista El Bondi que las especulaciones con los regresos de Max e Igor Cavalera, quienes abandonaron la banda en 1997 y 2006 respectivamente, probablemente no cesarían jamás. Esta espina clavada pinta de cuerpo entero a un grupo que se debate entre apostar a su nuevo material, el que sienten que más los identifica, o aferrarse al pasado glorioso que resguarda su relevancia. Inmersos en esta dicotomía, los brasileños (a excepción del cantante Derrick Green, nacido en Ohio, Estados Unidos) entregaron una performance sinuosa y heterogénea, aunque recibida con amplia satisfacción por su público.
La jornada del viernes comenzó temprano con la audacia de los jóvenes de Against, y continuó con la inmensa trayectoria de Avernal. 24 años de brutalidad convirtieron a los oriundos de Quilmes en un soporte espléndido, y redondearon un set que se cerró con “Huacalera”, de Réquiem para los rebeldes (2011), una pavorosa referencia al asesinato del General Juan Lavalle, concatenada con el consecuente pedido de justicia por Santiago Maldonado, en la voz de Federico Ramos (viola). Pasados los teloneros, el terreno quedó asentado de manera propicia para recibir al plato fuerte de la fecha.
Eran poco más de las nueve de la noche cuando Sepultura irrumpió en el escenario al ritmo de “I am the enemy” y “Phantom self”, ambas de Machine Messiah (2017), que dominó el repertorio con cuatro temas más (“Machine Messiah”, “Sworn Oath”, “Iceberg dances” y “Resistant parasites”). La primera explosión llegó inmediatamente después, de la mano de “Kairos”, del álbum homónimo lanzado en 2011, mientras Green tomaba los palillos para hacer sonar el bombo que tuvo a su lado durante todo el espectáculo. El cantante, que aún carga con el posiblemente injusto estigma de tener que llenar los zapatos de Max Cavalera, completó un desempeño sólido y pasional, a pesar de que debió luchar en buena parte del concierto con un micrófono errático.
La velada avanzó a paso firme hasta que, cerca del final, llegó la hora de los clásicos: “Territory” y “Refuse/Resist”, ambos de Chaos A.D. (1993), diseminaron el delirio en un campo que alcanzó su pináculo de intensidad, y “Arise”, tema que dio nombre al exitoso CD grabado en 1991, ofició de falso cierre. El cuarteto desapareció tras bambalinas, pero no había ni un alma en el local palermitano que no supiera que todavía faltaba más.
Transcurridos unos pocos minutos, Andreas Kisser volvió a escena para destacar la belleza de los cánticos tradicionales del público argentino, y sus seguidores respondieron inmediatamente: “…Oh, Sepultura es un sentimiento, no puedo parar…”. “Esta canción va dedicada a nuestros amigos de A.N.I.M.A.L.”, puntualizó el violero, señalando a Andrés Giménez (líder del trío argentino y compañero suyo en De la Tierra), quien observó atentamente todo el show desde las escaleras del recinto. Los acordes de “Sepultura under my skin” se hicieron presentes para dar paso a una conclusión ancestral: la cultura tribal se apoderó de Groove con “Ratamahatta”, de Roots (1996), y el cierre no podía ser otro que “Roots Bloody Roots”, uno de los máximos hits en la historia del thrash metal internacional.
La oscilación entre la reivindicación del presente y la recurrencia al pasado parece ser una constante difícil de superar para Kisser, Green, Eloy Casagrande (batería) y Paulo Jr. (bajo), que siguen buscando despegarse de las figuras de Max e Igor Cavalera sin perder el favor de una audiencia que fue cautivada por las canciones compuestas por los hermanos. Mientras tanto, 18 temas y algo menos de dos horas de concierto fueron suficientes para demostrar que las raíces de Sepultura siguen vigentes.
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