Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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La Renga

Cualquier camino que tenga corazón

Cronista: Sergio Visciglia | Fotos: Nacho Boullosa

02 de Agosto, 2017

Cualquier camino que tenga corazón

La banda de Mataderos por fin volvió a la ciudad de Buenos Aires luego de diez años, y en el segundo de los cuatro shows pactados, brindó un espectáculo tan prolijo y potente como emotivo e inolvidable.

“Aunque parezcamos Nomádes nos gusta también estar en casa” aclara Gustavo Chizzo Nápoli luego de atar con tripa su corazón y salir a la cancha para empezar a llenar de poder y emoción el estadio de Huracán por segunda vez en cinco días. Y así se resume todo, claro. ¿Por qué tanto interés en volver a Capital por parte de La Renga ante tantas trabas durante tantos años? Porque es su casa, ni más ni menos.

Horas antes, el paisaje del cruce de las avenidas Caseros y Colonia ya tenía un tinte épico. Algunos caminaban, otros buscaban donde estacionar, otros rancheaban tomando bebidas espirituosas. También hay chori, paty y decenas de puestos de merchandising no oficial. Caminar la avenida es toda una aventura que hace dar cuenta de que el show ya comenzó aunque todavía no esté La Renga sobre el escenario. Hay abrazos, hay ganas de sentir la música con fuerza desde el corazón, que ya palpita porque esta banda tiene mucho más que distorsión y doble bombo. Y esa es su magia.

El respeto hacia las bandas soporte también es parte del show. Las luces se apagaron y “Tripa y corazón” y “Nómades” rompieron el molde, para que “A la carga mi rocanrol” generase el primer pogo gigantesco de la noche. Un recorrido por toda la historia de la banda tendrá en sus comienzos de recital algo lo nuevo, haciendo hincapié en el último álbum, Pesados Vestigios (2014) con “Mirada de acantilado”, “Corazón fugitivo” y “San Miguel”, que se va convirtiendo en clásico con su emotiva lírica dedicada a Miguel Ramírez, fallecido por una bengala en el show de La Plata de 2011.

“Estamos rockeando esta ciudad que estaba medio dormida”, bromeó (y no tanto) el cantante, quien cada tanto se dirige al público con el “chicas y chicos”, y agradeciendo constantemente con tanta humildad que parece que estuviera veinte años atrás en Atlanta tocando por primera vez en un estadio de fútbol. Y es que esa es la clave de La Renga: además de rockear con grandes canciones durante tanto tiempo, ha demostrado una coherencia y una preocupación por su gente digna de imitar por sus colegas.

Es para destacar el sonido potente y perfecto (como pocas veces en un show a cielo abierto de la banda), y “El twist del pibe” y “Al que he sangrado” implosionaron hasta el rincón más lejano de la platea. “Cuando vendrán” nos hizo viajar a uno de los picos compositivos de Chizzo bajo la influencia de Carlos Castaneda y luego aparecieron las “rarezas”, como “Blues cardíaco” (del viejo A donde me lleva la vida, 1993) y “Paja brava”, “nuestra canción para la pachamama”, en palabras del cantante.

Uno de los momentos más emotivos de la noche vislumbró al campo convertido en una marea sin final bajo los acordes de “En el baldío”, y cuando todos cantábamos “es el ángel que te cuida que se está muriendo acá” se apagaron sin miramientos tanto las pantallas como el sonido completo. Diez minutos de silencio encontraron a un público cauto y expectante, con gran parte del campo y la popular cantando el peronista “vamos a volver”, como una especie de grito de guerra hacia el gobierno porteño que tantas vueltas dio para que La Renga, justamente, vuelva.

“Que cortamambo”, se quejó Chizzo y regaló toda la canción nuevamente para darle rienda al tramo final que solo convidó emoción y canciones inolvidables: la armónica de Manu Varela erizando la piel en “Bien alto”, la desolación de “El rey de la triste felicidad”, la épica de “Oscuro diamante”, los diferentes ritmos de la imbatible “El viento que todo empuja” y la perfecta lírica de “La razón que te demora”. Solo quedaba el último tramo, pero que felices que estábamos todos ya.

Los acoples introductorios de “El rito de los corazones sangrando” inauguraron los bises, siguiendo con “En los brazos del sol”. No podía faltar “El final es en donde partí” (aunque faltaron tantas otras, pero todo no se puede, che), que terminó siendo el preámbulo al verdadero final. El mismo de siempre. El que todos vamos a buscar. El que nos habla de la libertad y nos roba lágrimas. “Ahora solo un camino he de caminar, cualquier camino que tenga corazón” canta todo el estadio y las luces se encienden para atesorar ese hermoso final que siempre se repite y siempre convida un poco más, show tras show.

Para destacar la gran organización ante la fuerte mirada expectante y atenta de todos, los buena leche y sobre todo los mala leche. Un sonido muy bueno ayudo a completar un recital histórico. “Vuelvan tranquilos a sus casas”, recordó Chzzo. Quedan aún dos shows y esperemos que sean tan perfectos, dentro y fuera de la cancha, como en las dos primeras ocasiones.

La renga es rock bien poderoso, también pasión para miles de personas, con muchas letras que perforan las fibras más íntimas. También es arte en compromiso con la realidad, y preocupación por el otro. Pero sobre todas las cosas, La Renga es amor. Y solo eso, solo eso, lo dice todo.

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