Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Kapanga

La alegría de mi alma

Cronista: Sergio Visciglia | Fotos: Gentileza: Prensa

30 de Junio, 2017

La alegría de mi alma

El quinteto de Quilmes metió doblete en La Trastienda y regaló una vez más su perfecto combo de rock, baile, compromiso y sonrisas interminables.

Es flotar desde el comienzo para entrar en sintonía con una noche que promete alegría por donde se la mire, desde cualquier rincón de la bella Trastienda de San Telmo. Ahí, bien cerquita de todos, están en escena el Mono, Maikel, Mariano, Memo y Maffia (todos con M, ja).

Es poder sentir que volamos a través del universo desde el primer gran hitazo que suena, “El universal”, pasando por sentirse bien “En el camino”, hasta encontrar la alegría de nuestra alma cuando sobre el final de la noche por fin viene “Ramón”.

Es aquella dedicatoria para todos los laburantes antes de “El albañil”. Esa constante preocupación de la banda por la realidad y por todo su público, con el Mono siempre atento y precaviendo de cuidar las pertenencias ante la siempre aparición de “dos o tres chorros que quieren arruinar la fiesta”. Y su clara visión de la actualidad con “canciones viejas que suenan actuales”. Así entonces, los ’90 y la crisis del 2001 se viven tan cotidianos en la rabia de canciones viejas y más punkys como “Roban y nadie grita”, “Demasiado” y “Labios”. Esta última sin embargo, sin perder el toque jodón de Kapanga, para después de escupir tanta realidad terminar con “me pinto los labios, salgo a caminar, llevo puestos los tacos de mamá… y de papá”.

Es bailar sin parar, y en familia. Chicos y grandes. Los nenes se suben al escenario a bailar y cantar “La crudita” (se la saben de memoria sin imaginar lo que hacen sus padres y lo que ellos harán en unos años). Los grandes gastan la pista al galope de “El bailarín asesino”. Es así, la familia unida, y queda demostrado con la hija de Maffia cantando y el hijo del Mono tocando la viola. Este aprovecha para saludar a su ¿ex? mujer dejando bien en claro que su romance con Andrea Rincón fue más efímero que la presencia de su Quilmes en primera división.

Es la calidez cancionera en “Desearía” con un cantante bajando al campo para convidar su micrófono a toda su gente, y la tranquilidad de “Sol” en voz de Maikel con la promesa de un futuro show apto para butacas en algún teatro.

Es improvisación acompañando al público para entonar “Locos” y desfachatez para que cada bache entre tema y tema sea con una sonrisa interminable. Y entonces llega el pogo y la máscara del “Caballero rojo”, y una especie de maniquí challenge aprovechando el track número 13 de su disco Crece (2007) llamado “Marcel Marceau”. Sí, Kapanga graba un tema que es un minuto entero de silencio, ¡y lo toca en vivo!

Es rock. Sin dudas. “Después de todo así es la vida: todos nos vamos al mismo lugar”. Y ese final que todos sabemos que llega de la mano del clásicos de clásicos. “Esta noche no duerme nadie” gritamos todos antes de armar el pogo más grande de San Telmo al son de “El mono relojero”.

Todo esto junto es Kapanga. Sus shows sencillamente no pueden fallar. Porque si no conocés los que no son hitazos, te deleitás con la forma de tocar de Maikel, te descostillás de alegría con el carisma del Mono, te ponés atento a lo que le pasa a tu país por el compromiso de la banda, te das cuentas de que podés ir con cualquier miembro de tu familia cuando ves a la familia kapanguera, y te vas siempre, siempre, con una sonrisa.

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