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La revolución debería ser televisada

Cronista: Lucas González | Fotos: Gentileza: Prensa

03 de Junio, 2017

La revolución debería ser televisada

Cientos de personas y celulares presenciaron una nueva visita de los suecos a nuestro país.

Publicado hace 31 años, The Final Countdown fue el álbum que catapultó al estrellato a Europe. Su primer sencillo, el que tituló al disco, fue un hit, hecho y derecho. Gracias a él, conocieron las mieles del éxito, que hasta ese momento les eran esquivas. Y aunque pasó tiempo hasta que llegaran a nuestro país, sucedió. La primera visita ocurrió en 2010, luego de que volvieran a la actividad, y la segunda en 2012.

La banda, es verdad, supo encantar a más de una generación de fanáticos: vivió su esplendor durante los 80; entregó una versión madura a principios de los 90, antes de separarse temporalmente; y volvió con todo su encanto escandinavo a principios del nuevo milenio. Sin embargo, el jueves por la noche, en el Teatro Gran Rex, no hubo una amplitud muy marcada en cuanto a lo etario, ya que promedio del promedio de edad, a simple vista, rondó los 40 para arriba.

Esto último no evitó que se vieran rituales tan característicos de los millennials, como la utilización indiscriminada de celulares. La situación se amplificó, por ejemplo, cuando hicieron la bellísima “Carrie” y “Superstitious” (a ésta le sumaron una acotada versión de “No Woman, no cry”). Aunque el clímax se vivió en el arranque, con “War of kings”: hordas de smartphones desplegados a diestra y siniestra registraron el comienzo avasallante de los suecos.

Cuando menos capturas hubo fue con aquellas canciones más “pesadas”. Por eso, será difícil encontrar “muchos” videos en YouTube de “Ready Or Not” o “Firebox”. Paradójicamente, aquellas composiciones que apelan al costado más rudo de la banda, como “Cherokee”, fueron las que mejores interpretaron. En esa línea, se puede sumar "Days Of Rock N Roll", una de las últimas del setlist.

Al margen de las imágenes propias de la serie post apocalíptica Black Mirror, el verdadero espectáculo estuvo sobre el escenario. El vocalista Joey Tempest y el guitarrista John Norum, únicos miembros fundadores del grupo, exhibieron una forma superlativa, en particular el carismático Tempest, que contrarrestó con la apatía del bajista John Levén, por suerte. Norum, por su parte, se lució en el instrumental “Vasastan”, que contó la inestimable base del tecladista Mic Michaeli y el baterista Ian Haugland.

Para deleite de los celulares y de las redes sociales, por supuesto, el cierre fue con “The Final Countdown”, que no pierde vigencia y que el jueves por la noche, en el Gran Rex, sonó mejor que nunca. ¿Se habrá percatado de eso el público?

 

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