Deep Purple
¿Perfectos extraños?
18 de Noviembre, 2014
La banda de hard rock demostró su nivel a la hora de encarar un Luna Park colmado, repasando sus clásicos con grandes pasajes de improvisación.
Son las 23:15. Deep Purple acaba de terminar su faena de dos horas sobre el escenario mostrando esas credenciales que los convirtieron en leyenda: Discos que marcaron época, riffs inolvidables y esa picardía a la hora de zapar sobre las tablas. Esa misma documentación que el Rock and Roll Hall of F(sh)ame sigue ignorando para introducirlos desde 1993, al igual que a bandas como The Smiths, The Cure, Stevie Ray Vaughan, Judas Priest, Ozzy Osbourne, Yes, The Pixes, Iron Maiden y la lista es infinita. “¿Quién quiere pertenecer a una institución?” repite siempre el vocalista Ian Gillan.
Contando los conciertos de Córdoba, Mendoza, Mar del Plata y Santa Fe, con el del Luna Park los británicos ya suman veintitrés presentaciones en nuestro país. ¿Perfectos extraños? Difícil. La orquestación compuesta por Gustav Holst en su tema “Mars, the Bringer of War” va generando esa tensión que Ian Paice corta de cuajo con su redoblante y la intro de la rutera “Highway Star”, con una letra que tranquilamente pudiese haber escrito Pappo, “Nadie va a tocar mi auto”, “Nadie va a tocar mi chica”.
Purple siempre tuvo en su repertorio varios atajos para moverse dentro de varios géneros; coqueteando con el blues más lento y aceitoso en “Into the Fire” -perla recuperada del disco In Rock, 1970- y con el blues más tradicional en “Strange Kind of Woman” con el característico juego de melodías entre la voz de Ian Gillan y la guitarra de Steve Morse. El lado más clásico lo mostraron con la tenebrosa “Vincent Price”, y el más sinfónico con “Uncommon Man” de su última placa “Now What?” (Nems, 2013)
El violero rubio merece un trato especial. No sólo porque tomó el lugar de la mente maestra de Ritchie Blackmore desde 1994, sino porque supo adueñarse de sus solos, sin sacarles la esencia, y durante su performance dio una verdadera cátedra de las seis cuerdas. Tapping, arpegios, armónicos, sensibilidad para bajar el volumen cuando era preciso. “Contact Lost” y “The Well-Dressed Guitar” sirvieron de muestra (no por nada es el ídolo del mismísimo John Petrucci).
Los ingleses van sacando número para lucirse, Ian Paice regala un solo de batería con los rudimentos que lo caracterizan, usando palillos iluminados logrando un gran efecto; Don Airey hace lo mismo con su teclado -reemplazando nada más y nada menos que a Jon Lord (Q.E.P.D)– y le hace un mimo al público tocando “La Cumparsita” y “Adiós Nonino”, para que el Luna se venga abajo.
El final llega con hits a repetición: “Perfect Strangers”, “Space Trackin”, (no le pidan a Gillan los gritos del final, tiene 69 años), “Smoke on The Water” (creada después del consejo de Pete Townshend de The Who, “Quedate en lo simple”), y “Black Night” con el bajista Roger Glover doblando el riff junto a Morse, en lo que terminó siendo una noche púrpura en una gran fiesta para varias generaciones.