El Bordo
El poder del gen rockero
04 de Octubre, 2014
El Bordo presentó Hermanos, su último disco, el sábado 4 de octubre en el Microestadio Malvinas Argentinas. Una noche explotada de gente y emoción, una verdadera fiesta entre familia.
Hay gente que no tiene hermanos. No sabe lo que es enojarse con ese ser que vino a sacarte la exclusividad de ser único hijo, que no tuvo que pelearse por un juguete, que no entiende el amor inexplicable que une la sangre. Sin embargo, la música muchas veces crea lazos de hermandad: hace que la gente se encuentre en una canción y que por un par de minutos, cada uno sienta que el que está a su lado transpirando como él, adoptó el mismo gen y todos están sintiendo lo mismo. Ese gen que los une es la música, es una banda y el sábado fue El Bordo.
La lluvia, los relámpagos de terror -que aparecían cada diez minutos iluminando la noche- y el viento no fueron excusa para nadie y el Microestadio Malvinas Argentinas estaba repleto. Todo lo que estaba pasando y lo que iba a pasar era importante, era todo muy soñado y esperado, esa era la sensación que se expresaba en los días previos entre fans, amigos y muchos músicos compañeros de camino. Entre esos últimos estaban La 5ta del Lobo y La Condena de Caín, quienes ese día abrieron la noche en la que El Bordo presentaba oficialmente su último disco, Hermanos.
De repente se puso todo oscuro, y la voz de Ale Kurz, cantante y guitarrista, empezó a contar una especie de cuento que hablaba de sus hermanos. A medida que los iba describiendo, con metáforas de héroes que luchaban con sus poderes instrumentales, las luces iluminaban a cada uno de los integrantes hasta que concluyó diciendo “esta guerra ya tiene vencedores: mis hermanos y yo” y empezó a sonar “Hermanos”. Todo es emoción hasta la mitad del tema cuando empieza a explotar toda esa ansiedad, energía y alegría que había que dejar en esa noche.
Eli Suárez, cantante de Los Gardelitos, fue el primer invitado quién se subió al escenario para tocar “Huellas” y luego en “Jazz Barrial” apareció Santiago Aysine, de Salta La Banca. “En mi locura” nunca había sonado en vivo y para esa primera vez llamaron a las cuerdas de La Orquesta Fernández Fierro y al productor del disco, Alejandro Vázquez, que hicieron una versión prolija y sentida.
Ale comenta que este año se cumplen diez años de la salida de su segundo disco Un grito en el viento por eso hicieron un pequeño set rememorando esa época con temas como “Quiero ver”, “El grito” y “Con el cuerpo a la mitad”.
La expresividad del público de El Bordo es abismal. Chicas por doquier arriba de los hombros con y sin remera, banderas con diferentes nombres de barrios flameando en medio de la multitud, y hasta un grupo con un bombo que se escuchaba entre tema y tema desde una de las plateas. Cuando empezó a sonar “La banda” todo eso se juntó, eran como diferentes puntos dentro del estadio en su máxima explosión. Una de las banderas tapó toda la cabecera trasera, tenía el logo del último disco y decía “Hermanos, de sangre y elección”. En ese momento estaba pasando eso: el público los volvía a elegir.
El único cover de la noche fue una gran versión de “Live and let die” de Paul Mc Cartney en medio de “En la vereda” y luego “Instinto” con el que decidieron terminar la primer parte antes de entrar a los bises. El final llegaba y la energía se potenciaba. “El regreso” y “Soñando despierto” hicieron vibrar todo el estadio para cerrar con "Existir", donde se vio la imagen más tierna de la noche, cuando Ale le dio un beso a su hermano Diego Kurz, guitarrista de la banda, después un tremendo solo para seguir cantando y mechar este tema con una parte de “Hermanos”, igual que al comienzo de la noche.
Todo parece tener sentido. Los temas y el momento explicaban esa emoción latente. La banda disfrutaba cada tema arriba del escenario, como si fuese un brindis por esa hermandad entre ellos, un grupo de amigos de la secundaria cumpliendo el sueño de tener una banda y tocar en un estadio; entre los músicos amigos que los acompañaron en el show; y entre el público, los que hicieron que esa familia crezca, sin tener una gota de sangre en común: una unión enorme y perfecta, sólo creada con el poder supremo que generan las canciones.
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