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Ciro y los persas

El placer de la reconquista

Cronista: Augusto Fiamengo | Fotos: Redaccion El Bondi

26 de Abril, 2014

El placer de la reconquista

Andrés Ciro se presentó junto a su banda Los Persas en el club Ferrocarril Oeste, con entradas agotadas. En su primer show de estadio abierto en Buenos Aires desde el comienzo de su etapa solista, el músico tocó ante 30.000 personas las canciones de sus discos Espejos y 27, y repasó parte del repertorio de Los Piojos.

Como suele ocurrirle desde hace muchos años, tanto con Los Piojos como en su carrera solista, Andrés Ciro Martínez -o simplemente Ciro- puede sentirse feliz y tranquilo: con el anuncio de entradas agotadas desde unas semanas atrás, la convocatoria a Ferrocarril Oeste está asegurada. Pero este show tiene un condimento especial: se trata de su primer arribo a un estadio abierto, a cinco años del inicio de su etapa junto a Los Persas. Si con Los Piojos había saboreado las mieles de la masividad en lugares como River, Vélez o Boca, la llegada a Ferro supone un nuevo desafío cumplido y cierta sensación, como reza la letra de “Antes y después”, de que lo que está por vivirse “será lo que ya fue”.

Minutos antes de las diez de la noche Ciro y Los Persas arrancan su presentación con la potencia rockera y el espíritu amateur de “Banda de garage”, seguida por “Barón rojo” y el primer tema piojoso de la noche, “Arco”. Una inmensa pantalla ubicada al fondo del escenario se tiñe de azul para viajar hacia 1998 y acompañar la belleza de “Quemado”, canción perteneciente al disco de Los Piojos Azul, al final de la cual Ciro rinde uno de los primeros homenajes de la velada a los músicos que lo influenciaron, interpretando un fragmento de “No te pongas azul” de Sumo.   

“¡Buenas noches! ¿Cómo están? ¡Volvimos a los estadios!”, son las primeras palabras de un Ciro que, si hasta el momento muestra gesto serio y concentrado, parece aflojarse definitivamente con la entrada en escena de su entrañable amigo y compañero musical Miguel Ángel “Micky” Rodríguez, cantante de La Que Faltaba, para interpretar “Tan solo”, un clásico imbatible que despierta la locura de todos en el estadio. Ciro se distiende, comienza a recorrer el escenario de punta a punta y juega con Micky como si estuvieran en la sala de ensayo, pero esta vez ante miles de personas.

La lista de temas muestra un interesante balance entre las canciones de los trabajos solistas de Ciro y su camino recorrido con Los Piojos, y predominan aquellos temas más propicios para un show de tamaña convocatoria. Así desfilan “Ciudad animal”, “Caminando” y “Chucu-Chu”, que se intercalan con “Luz de marfil”, “Como Alí” y “Morella”. Fiel a su amor incondicional por los Rolling Stones, Ciro se da el gusto de rescatar una gema de la banda inglesa de comienzos de los ‘70, “Loving Cup”, acompañado magistralmente –como toda la noche- por Los Persas, entre quienes se destaca por sobre todo el talento en la guitarra de Juan Gigena Abalos, convertido en los últimos años en el socio musical de Ciro, y la sensibilidad de Nicolás Raffetta en teclados.

El segmento semi-acústico del concierto, con la banda al borde de la pasarela que comunica al escenario con el público ubicado en el centro del campo, se inicia con la tierna “Canción de cuna”, y continúa con la calidez de “Vas a bailar” y “Me gusta” (con Manuela Martínez, hija de Ciro, en guitarra), mientras se reproducen los videoclips de estos últimos dos temas, en una certera demostración del peso que desde siempre tuvo en la obra de Ciro el aspecto visual, acentuado en su etapa persa.

El tramo final del show llega con una andanada de hits, entre ellos “Mírenla”, “Pacífico”, “El Farolito” y “Astros” y el campo de Ferro, como en tramos anteriores, se convierte en una alfombra de miles de cabezas que se mueve de un lado a otro. La cadencia blusera de “Noche de hoy” oficia como banda de sonido para el clásico momento de la lectura de banderas que demuestra desde cuán lejos se acercó la gente para demostrar su fidelidad a Ciro, y la dedicatoria a los ex combatientes de Malvinas del Himno Nacional, ejecutado por el músico con su armónica, cierran una noche de tres horas de concierto en la que Ciro revalida credenciales de convocatoria y, por si hiciera falta, de “animal” de escenario y artista a la medida de los grandes estadios.

Y Ciro lo hizo de nuevo. Como si los combustibles de su carrera musical fuesen el desafío constante y la autosuperación, ésta vez se anoto un nuevo triunfo, y de los importantes: a cinco años de la separación de Los Piojos, logró “conquistar” nuevamente un estadio abierto en Buenos Aires, algo que muy pocos artistas argentinos de rock  puede lograr por estos tiempos, sin contar los festivales que se suceden año tras año. El show tuvo de todo: invitados, acróbatas, bailarinas, y el contundente aporte visual generado desde las pantallas de video; Ciro entiende como pocos el concepto de entretenimiento asociado a los espectáculos de rock en vivo, con la música por delante de todo. Y si de ésta se habla, merecen ser destacados Los Persas, músicos de altísimo nivel que se mueven con absoluta soltura por las aguas del rock, el blues y el funk, y se suman con naturalidad a la propuesta escénica del cantante. Como en “Caminando”, aunque Ciro sepa que el camino no regala nada, no se conforma y seguirá aceptando nuevos desafíos, con obstinación, sin ceder, intentando asegurarle larga vida al rock.    

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