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Cielo Razzo

Flores: destino inevitable amor

Cronista: Redaccion El Bondi | Fotos: Gentileza: Leandro Baglietto

10 de Marzo, 2012

Flores: destino inevitable amor

Cielo Razzo se presentó el sábado 10 de marzo por primera vez en el año en Capital Federal, ante un teatro repleto de gente, con un show súper enérgico y emocionante.

“Una vieja historia de amor”. Así se podría llamar a la relación Cielo Razzo y El Teatro de Flores. Podría decirse que es confianza, comodidad acumulada en este tiempo de visitas a Buenos Aires, o simplemente, esa magia inexplicable entre el escenario que los vio crecer durante años y ellos, que se hipnotizan de igual manera que el público ante un par de acordes. El sábado 10 de marzo esta historia volvió a repetirse.

El inicio de la fecha estuvo a cargo de La Condena de Caín, quienes dejaron el ambiente preparado para lo que iba a ser un comienzo a pura energía. Pasadas las 21, los primeros golpes de esa batería superpoderosa indicaban que “Quién baja la pala” iba a ser el elegido para que los chicos de Cielo Razzo, Pablo Pino (voz y armónica), Diego “Pájaro” Almirón y Fernando “Nano” Aime (guitarras y coros), Cristian “Narvy” Narváez (bajo), Javier Robledo (batería), Marcelo Vizarri (teclados) y Carlo Seminara (percusión), recibieran al público porteño que no los veía desde el año pasado.

Durante el recital estaba previsto que aparecieran varios músicos amigos, y así fue que en el cuarto tema de la noche llegó Edu Schmidt -ex cantante de Árbol- quién participó con voz y violín en “Demás”. Minutos más tarde sonó “Murciélago”, tal como en su versión original, con Paolo Ferrara en el violonchelo, quién le da ese toqué clásico y calmo a toda la carga emotiva, y por qué no religiosa, que lleva la letra de esa canción.
 
Otro de los que se viene sumando bastante seguido a los shows de Cielo Razzo luego de la salida de Compost, disco editado en 2010 que aún siguen presentando, es la voz de DegraDe Nahuel Marquet, quién canta en “Mi dios”, y aporta este color tanguero y melodioso a “De ogro” y “Desde la puerta” con su acordeón. Para este último tema, también se sumó Pepe Gago, quien fusionó el sonido folk de su sikus a ese tema acústico que transmite tanta paz.

Los primeros acordes de “Mañana en el Abasto” de Sumo, comenzaron a sonar mientras “Pequeña caja” llegaba a su fin y, sorpresivamente, luego de escuchar un poco de reggae de la mano de “Buscando más” entre un juego de sonidos apareció “Vieja Caña” con todo ese rock eléctrico combinado con pasajes chacarerosos que lo caracteriza y esos gritos furiosos de Pablo Pino.

Para bajar un poco el calor en medio del público que no paraba de saltar y cantar desde que empezó el show, sonó “Mi refugio” uno de los clásicos de Marea (2005), cantado por el Pájaro y acompañado por Javier Robledo en el cajón peruano y Pepe Gago en flauta traversa. El resultado de esta versión, además de ser la canción en la que la mayoría de las chicas se suben a los hombros de los chicos, fue la ovación de toda la gente presente.

El último invitado de la noche fue Alejandro Kurz, el cantante de El Bordo, quién cantó “Luna” a dúo con Pino, desatando un clima de fiesta impresionante, con la gente bailando, saltando y coreando uno de los temas más conocidos y exitosos de la banda. “Gracias por elegirnos y más en una fecha donde está tocando Roger Waters, la verdad que estamos muy contentos”, dijo Pablo Pino emocionado de alegría al ver El Teatro lleno, a lo que el público respondió al grito de “¡Argentina, Argentina!”. Además de esas palabras de llenas de amor hacia sus fans, hizo alusión a la perdida física de Luis Alberto Spinetta, un gran ídolo para toda la banda.

A pesar de toda la energía que había arriba y abajo del escenario, la explosión en el público se produjo cuando empezaron a sonar los riffs más rockeros, entre los que se destacaron “Puta”, “Sin Salida” y “Frágil”, con un pogo que ocupaba todo el teatro. Así fue como se acercó el final del show con “Carne 2” y “Luminoso”, en donde todos los integrantes reflejaron una pasión extrema: Narvy, tirado en el suelo, desgarraba en cada nota el bajo, mientras que el Pájaro lo hacía de rodillas con su guitarra y Nano parado y revoleando la cabeza. A su vez, Robledo hacía estallar la batería y Pino dejaba toda su voz en cada verso, destilaba expresividad y se lo veía feliz e inquieto de más.

Cielo Razzo es sinónimo de entrega musical en escena, de combinación de estilos e instrumentos, de un crecimiento pleno que se refleja en cada uno de sus integrantes y en sus canciones. Pero en vivo es eso y mucho más, es energía personificada, son riffs impecables, esa pasión y alegría abajo y arriba del escenario que volverán a reflejarse el 12 de mayo en Groove.

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