Alpha Blondy
Lo clásico y moderno
10 de Febrero, 2012
A dos años de su última presentación en el país, el marfileño se presentó en el estadio Luna Park en el marco de una gran fiesta reggae que ya es rutina en los veranos del país.
Hablar de reggae en verano es un cliché. Banderas de Etiopía, la reincidencia de las mismas bandas locales una y otra vez, infantes con remera de Bob Marley: nada novedoso, al contrario, todo es obsoleto, añejo. Los Cafres que se presentan en importantes festivales en la costa y en las sierras, Los Pericos con un show moderno de cuerdas por todo el país; al parecer nada ha cambiado. Sin embargo, este verano trajo una variante interesante para apalear el calor de Capital Federal: no son los –mentirosos- Wailers (que factiblemente vuelvan este año), sino el reggae clásico y moderno del buen Alpha Blondy, que se presentó el viernes 10 de febrero en el estadio Luna Park.
El Palacio de los Deportes está más vacío que de costumbre; únicamente la platea frontal está disponible mientras que las laterales tienen una cortina negra que no las deja, siquiera, entreverse: convocatoria nula en comparación a los últimos shows de Catupecu Machu, Babasónicos o a la presentación de Amapola del 66 de Divididos. La escenografía es sobria, elemental: que el público no hable de pantallas gigantes o parafernalias exquisitas. El reggae es amor, vieja.
Aquí donde Nicolino Locche y Ringo Bonavena se encuentran cara a cara con Bob Marley, son las 21 y pocos los que le ponen onda a la velada; incluso Fidel Nadal, el hiperquinético por excelencia, está, tras bastidores, nervioso por la quietud del público. Un pequeño de cinco años entra al estadio de la mano de sus papás con una alegría semejante a la primera experiencia en el circo, pero se detiene al encontronazo frente a los cuadros de los vencedores vencidos. Fidel continúa nervioso: no puede entender como el público sigue quieto. “Vayan ustedes, pibes, enciendan a la gente”, lanza a los Chala Rasta; ellos cumplen y con creces: el ganjah está en impregnado en cada remera de los asistentes.
“Una que sepamos todos”, pide un misterioso asistente y Suburband otorga “Juntos a la par” de Pappo, que reactivó el alma de unos cuantos dormidos. Igualmente, nunca faltan los que están conectados excesivamente con la música y maximizan el paso que inventó Robert Nesta –aquel que consiste en levitar las gambas a la altura del pecho-: un ridículo. A esta altura, el ganjah impregnado no se limpia ni con querosén.
El ex Todos tus Muertos se hace cargo de la batalla y sale con todos sus pingos a combatir a la quietud del género. “Necesito tu amor”, “International love” y otros clásicos sirven para que la gente mueva mandíbulas, esbozando un intento de letras.
Una vez terminado el set de Nadal, un pseudorastaman agita “¡Vamos, “Coco Di Rasta”!”, mientras sus dreadlocks aletean a una pobre chica de al lado; ella, inmutada, decide no elevar una queja. Una gota gorda de transpiración que rebalsa de su gorro tricolor no parece molestarlo en lo absoluto y sigue levantando bandera por la falsa canción: nadie le avisa que se llama “Cocody Rock”; todos lo miran con extrañeza, como si prefirieran alejarse diez metros a la redonda de él.
Se apagan las luces: el primer signo de que el plato principal está por arrancar. Unos teclados sumados a unas luces azules de formato psicodélico hacen juego para arrancar el viaje, mientras que Seydou Koné pronuncia los primeros versos de “Psaume”. Lo demás son una amalgama de clásicos (“Politiki”, “Ma tete”, “Peace in Liberia”) y creaciones nuevas del último disco del marfileño, Jah Victory (2007), como el cover de Pink Floyd, “Wish you were here”.
Sin sorpresas ni exabruptos, Alpha Blondy pasó nuevamente por el país para contentar al siempre creciente y abultado público del reggae. También abultados los precios de las entradas, y pequeña la convocatoria real.
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