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Festival Kie Rakiduam

El rock de los aborígenes

Cronista: Gentileza prensa | Fotos: Gentileza prensa

11 de Octubre, 2011

El rock de los aborígenes

En el Espacio Joven de Tecnópolis se realizó la segunda edición del festival a beneficio Kiñe Rakiduam, con la presencia de varias bandas de rock.

Con el fuerte rumor de un cierre a manos de una de las bandas más importantes del país, se realizó la segunda edición del Festival a beneficio Kiñe Rakiduam “un solo pensamiento”, apoyando a la causa de los pueblos originarios. En el inmenso Tecnópolis, las remeras negras, las tachas y las camperas de cuero empezaban a mezclarse entre las familias que visitaban los stands de la feria generando una imagen bizarra de parque de diversiones para metaleros difícil de imaginar. De a poco, los huecos de un frío galpón gris, acondicionado para la ocasión, se fueron llenando para vivir una larga jornada de guitarras distorsionadas, ruido intenso, gritos y mucho rock.  

Según la organización, la esencia del festival era “reivindicar y reconocer la Educación y Cultura de los pueblos indígenas basada en preservar, cuidar y mantener la tierra - territorio, valorar, conocer, difundir, reivindicar y respetar Derechos e Identidad, Arte y Artesanía, Música y Danza de sus Pueblos, en estrecha colaboración con la música y el arte de los hermanos no indígenas”. Para esto, contaron con las colaboraciones de varias bandas de rock, y en dos días, domingo 9 y lunes 10 de octubre, desfilaron por el escenario bandas como Reggae Rockers, Sangre Terca, Descarrilados, Q´Alcelga, Hadobaco, Hijas de Zion, Andando Descalzo, Inazulina, La Condena de Caín, Kamikaze, entre otras.

La apuesta creció un poco con Nagual, que pasadas las cinco de la tarde, desató el primer pogo de la jornada. Luego subió Lovorne, la banda del hijo del Carpo, y encendió los motores para hacer saltar a todos los presentes. “Gracias por invitarnos a esta noble causa”, dijo Luciano Napolitano antes de cerrar con “Piel y Hueso” y “La llamada”.

Horcas apareció al finalizar la tarde, justo cuando la luz natural dejó de entrar por las ventanas altas del galpón. “Vamos a lograr que haya una Argentina para todo el mundo”, gritó Walter Meza e hizo levantar los puños de todos. El público no paró de agitar ni un segundo, con “Fuego”, “Vencer” y “Nacer Morir”: la banda de thrash metal reventó la cabeza de todos. El cierre con el clásico “Destrucción” fue dedicado a “todos los pueblos que masacraron”. A continuación apareció Rubén Patagonia con el Tano Marciello  de invitado, y tuvo su lugar con su música folklórica antes del final de la velada.

Sin embargo, la gente estaba ansiosa por el rumor de que el cierre sería a manos de La Renga. Los cantos del público pidiendo por la banda de Mataderos se escucharon toda la tarde. En los silenciosos minutos que había entre una banda y otra, la gente no paró de cantar para que “salga Chizzo”… Es que más de la mitad de los presentes (por no decir casi todos) fueron a verlos a ellos. Miles de personas pelearon afuera para poder entrar cuando pasadas las 20 cerraron el ingreso al galpón que ya estaba saturado.

Pero el rumor no se cumplió y lejos de toda desilusión, el festival tuvo un cierre acorde a lo que fue y pasadas las 21, luego del agradecimiento de la líder mapuche, Olga Curipán, se largó una zapada bien rockera con los músicos que habían dicho presente durante toda la jornada. Así fue que Luciano Napolitano, el Tano Marciello, Rubén Patagonia, Walter Meza y Willy Quiroga, entre otros, entonaron primero “El tren de las 16” y luego con “El Viejo” y “El hombre suburbano” lograron que el público se olvide del gran ausente de la noche y cante hasta quedarse sin voz. La fiesta estaba abajo y arriba del escenario, que rápidamente se colmó con los representantes de las diferentes comunidades aborígenes.

Para terminar lo que fue una verdadera tarde a todo volumen, “Sucio y desprolijo”, con los solos improvisados de Luciano y el Tano, generaron el pogo más grande del festival. Y así, la gente abandonó el galpón, con el sabor agridulce de no haber recibido lo que fueron a buscar, pero con los oídos bien llenos de rock.

Con la esperanza de ver a una de las bandas más convocantes del rock nacional (rumor que corrió de boca en boca), la gente disfrutó de dos días de rock en Tecnópolis. Por una causa noble, esta vez en apoyo al pueblo indígena, el rock volvió a decir presente en la segunda edición de un festival que, aparentemente, va a seguir creciendo con los años.

TXT: Francisco Diez

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