Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Las Pastillas del Abuelo

No todo es por guita

Cronista: Gentileza: Pablo Gabriel Krause | Fotos: Beto Landoni

13 de Agosto, 2005

No todo es por guita

Las Pastillas del Abuelo, Gran Martell y Estrellados –entre otros- se presentaron a beneficio en el Teatro Verdi, del barrio de la Boca, y entre tartas y rocanroles le dieron color al domingo, que terminó siendo una fiesta

La “fiesta pagana” –como se denominó el evento-, comenzó temprano en el barrio de la Boca. Al 700 de la calle Almirante Brown, el Teatro Verdi se preparó con todo. Entre sus paredes con humedad y los despintados balcones se acomodaron unas cuantas mesas, y desde temprano se ofrecían picadas, tartas, empanadas y la infaltable cerveza, o vino en su defecto, ideal para la ocasión. Una extraña conjunción entre la feria de barrio y el típico bar de cualquier esquina porteña.

Y en esa mezcla de rock con kermese, el público se entremezclaba también. Los primeros en llegar ya contaban unas cuántas décadas en sus espaldas y fueron ocupando las mesas, mientras los más jóvenes recorrían de lado a lado el lugar, siempre con un chopp en la mano… bueno, seamos sinceros, un vaso de plástico, pero vale igual. Entre los más “pebetes” –aprovechando los giros del barrio- había para todos los gustos… remeras de los stones, sacos de marca con pantalón de corderoy y hasta algún que otro muchacho con rastas.

En lo que a música respecta, el primer atractivo de la noche fue la presentación de Estrellados, banda liderada por el saxofonista –y ahora cantante- Sergio Dawi, ex-Redonditos de Ricota. Acompañados por algunas proyecciones en la pantalla gigante, la banda presentó un proyecto bastante interesante y fuera de lo que uno suele ver en estos “festivales de bandas”… Demás está decir que, siendo la banda de un saxofonista, los vientos toman más notoriedad que en otras bandas, pero además van acompañados de teclados, un bombo en algún que otro tema, maracas, un acordeón y elementos de percusión varios. Todo con un equilibro muy bien logrado, acompañandos por pequeños punteos o escalas de guitarra y una batería acorde al género.

Personalmente, la banda que más expectativas me generaba era, justamente, Gran Martell. Y cumplieron. No había escuchado nada de Araujo desde su partida de Divididos y pensé –acostumbrado a tantas historias similares- que iba a terminar haciendo algún estilo desconocido para diferenciarse de lo anterior, pero no fue así… el tipo sigue haciendo lo que más le gusta, rock.

Desde el vamos, Gran Martell es una propuesta un tanto más experimental que la ex banda de Araujo. Podríamos adjudicarle esta cualidad a quien se cuelga la Les Paul, el ex ricotero Tito Fargo, que le da ese toque de “salvajismo” a la banda. Muchos cortes, diferentes tipos de voces (hay que aclarar que los tres se turnan para cantar, a veces dentro de un mismo tema), ritmos de bata bien completos y una base –el bajo- que lleva la mayor parte de “agresión” por decirlo de alguna manera. Una banda con mucha potencia arriba del escenario.

Al cerrarse el telón, y mientras varios pibes se preparaban con gorros y remeras de colores para la llegada de “Las Pastillas…”, llegó al escenario –presentador de por medio- una agrupación de folklore egipcio, liderada por Douglas Felis, quien más tarde fue presentado como el director de una agrupación barrial que se dedica a este tipo de música. Como se podrán imaginar, más de uno se miró con el de al lado cuando el muchacho comenzó a cantar en árabe –y a capella- ayudado no más que por un par de micrófonos repartidos en cada punta del pequeño escenario que le habían cedido. Con el correr de los temas (¿o debería decir interpretaciones?¿Cómo se dice “canción” en árabe?) se fueron incorporando algunos instrumentos de percusión y hasta una odalisca, que sirvió para captar la atención del público masculino.

En cuanto el escenario quedó despejado, se apagaron las luces y desde el fondo del lugar apareció nuevamente Sergio Dawi –esta vez como parte de “La Griferi”-, acompañado de un trompetista y otras dos saxofonistas. De a poco se fueron abriendo paso entre la gente hasta llegar al escenario, pero sin interrumpir jamás la pegadiza melodía que hacía bailar a más de uno. Desde el frente, continuaron improvisando y “coqueteando” con el público, hasta que uno detrás de otro se retiraron en medio de los aplausos.

“Empieza la fiesta” anunció Piti –cantante de Las Pastillas del Abuelo- mientras el telón no terminaba aún de abrirse. Pues así fue, trapos, globos, gorros de colores, gente sobre los hombros de otra gente y mucho agite –siempre teniendo en cuenta las limitaciones del lugar- fueron la “bienvenida” que el público le otorgó a la banda. Y recién iban veinte segundos del primer tema…

Los chicos de “Las Pastillas” tienen un sonido bastante complicado para describir. Si bien se los podría catalogar dentro del rock, toman elementos de distintos estilos –reggae, canbombe y chacarera, principalmente- aunque ninguno de esos términos termina de definir a la banda por completo. Lo que sí se puede decir, es que se nota un nivel musical muy bueno en todos los integrantes (que dicho sea de paso son siete u ocho, depende del tema), lo que los ayuda a llevar positivamente ese delicado equilibrio entre tantos ritmos distintos.

En vivo suenan muy bien, con mucha polenta y además generan en el público una reacción que uno no esperaría de una banda de tan poca popularidad. La gente no sólo bailaba, saltaba y agitaba, sino que también cantaba de punta a punta todos los temas y hasta le dedicó más de un cántico a la banda (incluido el “que salga Piti y todo el año es carnaval…”).

Una noche plagada de gratas sorpresas. Empezando por Estrellados, que –lejos del sonido ricotero- logran igualmente poner de buen humor a la gente con melodías interesantes y distendidas. Gran Matrell tiene excelentes músicos y mucha potencia en vivo, algo que sin dudas los va a llevar para adelante. Y “Las Pastillas” es una banda con mucha onda, que contagia ya sea a raíz de las letras o de la calidad musical con que interpretan las canciones.

Además, el festival –o “fiesta pagana”- mostró que se puede conjugar en un mismo espacio diferentes estilos, no sólo dentro de la escuela del rock, sino también el jazz y hasta la música egipcia… todo en paz y con muy buena onda ¿quién lo hubiera dicho?
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