Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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The Cult

Un culto al hard rock

Cronista: Fernando Canales | Fotos: Gentileza: Leandro Baglietto

10 de Mayo, 2011

Un culto al hard rock

La banda liderada por Ian Astbury se presentó en El Teatro de Flores con un show intenso, íntimo y con un setlist poco habitual.

A mediados de los años 80’ The Cult logró hacer, una vez más, algo propio de los grupos ingleses: tomar la música estadounidense, updatearla, darle una vuelta de tuerca y hacerla propia. Con esa fórmula generó un hard rock diferente a lo antes visto, con toques de AC/DC y Keith Richards, ya que tenía todos los componentes para hacerlo: un frontman como Ian Astbury, que supo reencarnar el espíritu de Jim Morrison en The Doors of the 21st Century, y un guitarrista incendiario como Billy Duffy.
 
A pesar de su glorioso pasado, es verdad que The Cult no desembarca en la Argentina como lo hizo en otras épocas doradas, cuando eran capaces de llenar River ellos solos. Hubo que cambiar la sede – del Malvinas Argentinas a El Teatro de Flores – para adaptar mejor las dimensiones del público.

Después de una pequeña intro, Ian Astbury tomó el escenario lookeado con una bandana roja, anteojos negros, pelo largo y una campera militar; secundado por Billy Duffy y su guitarra Gretsch para tocar “Everyman and Woman is a star” (tema de su próximo disco). Ian tiene algunos kilitos de más, pero su voz, que es lo más importante, sigue casi intacta y así lo demostró en “Rain”. Con “Sweet Soul Sister” el teatro tomó por primera vez temperatura de hit con este clásico de “Sonic Temple”, y tardaría un rato largo en volver a lograr esa ebullición.

Era sabido de antemano que Cult tenía preparado un setlist poco habitual para esta gira donde traían al presente temas algo olvidados como “White”, con sus primeros versos a lo Spinetta, y la balada “Saints are down” en la cual Astbury fuerza sus cuerdas vocales al máximo.

El bajo de Chris Wise dio vida a “Dirty little Rockstar” que en su letra dice “sabes que no necesitamos un pequeño y sucio rockstar”, lo cual produciría algunas contradicciones, como ver a Astbury, que es un auténtico rockstar, pidiendo silencio ante el corito de “olé olé olé, The Cult, The Cult” o refiriéndose a la adicción de Diego Maradona, imitándola con un snif ante el micrófono. O gritar al público tanto “son hermosos”, como “son unos amateurs” mientras recordaba a Carlos Tévez por su desempeño en el Manchester City. En fin las hizo todas…

Una vez finalizado “Ghost Dance”, donde Duffy terminó luciéndose con un solo mientras le da con todo al pedal de wah wah, la banda aprovechó para descansar mientras proyectaba un video, “A Prelude to Ruins”, dirigido por el mismo Astbury, que muestra imágenes sueltas del territorio aborigen de los Estados Unidos.

Por suerte Ian no cumplió con su amenaza de matarnos después de la proyección, pero los  tres minutos que duró el video sin sonido, sumado a que el próximo tema iba a ser nuevo - “Embers” -, dio como resultado un bajón en la tensión en el “Templo Sónico”, y el público lo notó.
Dos de los más grandes hits de The Cult pusieron las cosas en su lugar. “She Sells Sanctuary y “Love Remoral Machine”, con su memorable “baby baby baby”, ajustaron el termostato de El Teatro que estaba algo bajo. Los bises con “Rise”, donde se ve el lado más pesado de los Cult y Spiritwalker, dejaron el camino liberado para la gran sorpresa de la noche: “Break on Through”, de los Doors. La gente estalló con el homenaje al Rey Lagarto, mientras Astbury se ponía otra vez la pilcha imaginaria de Jim para cerrar la primera de sus dos noches en Buenos Aires.

The Cult volvió a la Argentina, dio un show íntimo y  prolijo con un setlist poco habitual - dejando de lado clásicos como “Sun king” y “Fire woman – destinado a fanáticos acérrimos de la banda.

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