Pixies
Antes y despues de todo
06 de Octubre, 2010
En 2005, Steve Carell encarnó al protagonista de un film americano llamado Virgen a los 40. Con una sensación parecida se encontraron casi todos los presentes el miércoles por la noche en el Luna Park, fanáticos de los Pixies, que tocaron por primera vez en Argentina en el marco del Doolitte Tour, luego de haber retomado los escenarios en 2004 tras una ruptura de once años.
El movimiento en el Luna Park arrancó más temprano de lo habitual. Apenas caída la tarde cargada de nubes de Buenos Aires, el Palacio de los Deportes ya retumbaba con los amigables El Otro Yo. Los de Temperley, confesos fans de Pixies y pilares del rock alternativo local en la última década, fueron agrupando la gente y calentando los motores para el plato principal.
¿Ya son los Pixies? Eso se preguntaban muchos que llegaban en manada cuando se apagaron las luces. Claro, todavía no habían pasado las 9 de la noche. Sin embargo, la agrupación liderada por Francis Black consideró oportuno no perder más tiempo e irrumpieron en el escenario con “Bone machine” en un comienzo al taco con los gritos característicos incluidos de un showman que por su frialdad despierta cariño y también lo sabe expresar muy bien. Le siguió “Broken face” que desde el principio enloqueció un pogo por el que pasaban personas sobre los brazos de los demás. Para cerrar el combo de apertura sonó “The holiday song” con riff rockero del comandante en las cuerdas Joey Santiago. “Bienvenidos a todos”, saludó Kim Deal, la señora del grupo.
Como buenos punks de adentro, los Pixies hicieron versiones rápidas e intensas de sus temas. Con “Nirmrod son” crearon un ambiente oscuro para que Santiago pele un punteo siniestro sobre la viola rasgada en seco de Black. Sin dudas, el paso del tiempo estuvo omnipresente en la noche del miércoles en Luna Park, y una de las consecuencias es la fortaleza como grupo que mostraron los cuatro de Boston. Un grupo que luego de haberse separado durante once años, pudo encontrar de nuevo aquello que los unía y hoy por hoy suenan verdaderamente macizos.
Gran parte de la música rock producida en las últimas dos décadas, sobre todo en los Estados Unidos, seguramente tenga algo de los Pixies. Que el show de anoche no haya sido en un estadio con capacidad para decenas de miles de personas se debe a que ellos mismos, y en particular las peleas entre Francis y Kim, marcaron su techo. Sin embargo, sus canciones también significan renovación, y “Debaser” refrescó el show con su impronta surf rock y los coros de Deal, para darle lugar a los potentes rocks “Wave of mutilation” y “I bleed”, con Lovering sacado en la batería y Black sacando porquería de sus gritos.
Así se iba la primera media hora del show con un público extasiado que reconocía cada tema con una lluvia de aplausos a los músicos que miraban anonadados. La excitación se duplicó con la intro en guitarra del superhit “Here comes your man” en donde todos, inclusive la platea, se pararon para cantar y recordar adolescencias marcadas por esa canción, cuando allá por los comienzos de los 90 todo era, menos para ellos, considerablemente menos caótico.
Dos pares de columnas a los costados del telón y cinco pelotas gigantes por encima de los músicos cambiaban de colores tema a tema, dándole a cada uno su justo clima. “Monkey gone to heaven”, que parece actual pero que fue escrita en los 80, demostró la atemporalidad de sus canciones, como si fueran escritas hoy. Sin moverse, agarrado a su Fender Telecaster y con voz imperante, Francis cantó “Crackity Jones” a los gritos, mientras los flashes blancos simulaban descargas eléctricas sobre la gente.
Los Pixies están de vuelta. No sólo porque el paso del tiempo se refleja en sus físicos, sino porque se renuevan con la potencia que amerita la banda que dio origen a tantas otras, y que significa mucho mas que una banda internacional para su fans. Muchos nunca podrán olvidar lo que pasó en el Luna Park. Dave Lovering, en ropa deportiva, entretuvo al público con un solo de batería que dio lugar a un momento emotivo. A dúo con Kim Deal cantaron “La la love you” sobre las palmas del público.
Los cambios de ambiente se sucedieron más frecuentes y las emociones subían y bajaban con cada canción. Luego de una zapada aterradoramente tranquila e intensamente eléctrica, Francis cantó “Hey”, un rock canchero, cínico y protestón, fiel descripción de lo que marcaron como hito del new rock. Le siguió una violenta y demoledora versión de “Gauge away” con performance destacada de Kim en el bajo, que parecía estar completamente sedada exceptuando sus dedos que funcionaban como programados desde otro lugar. “Dig for fire” motivó al baile con Lovering dándole ritmo y movimiento desde el fondo.
Los Pixies fueron muy bien acogidos por una ciudad que ansiaba verlos. A pesar de su poca masividad, había muchos miles de fanáticos que morían por verlos, y que por eso sintieron tanta emoción en un Luna Park que mucho sabe de recibir míticas visitas. Así, la agrupación de Boston presentó un nuevo tema que liberó el camino para “Caribou”, la semilla del grounge que enaltecerían tiempo después bandas como Nirvana o Pearl Jam. Sobre una base tranquila, la voz raspada y aguda de Francis Black se cargó de fuerza para culminar con un grito de desahogo, una descarga mas, sobre el punteo intenso de Joey.
Pasada la hora y media de show, la cosa empezaba a desvanecerse. El intervalo anticipaba los bises, pero claro, a esta historia le faltaba lo mejor. Una salida emotiva con “Where is my mind” no hizo más que rendir a los grandulones que tenían ganas de poguear adelante y a todos los que se encuadraran detrás. Le siguió “Vamos” con letra en castellano y yeite festivo para subir de nuevo hasta “Gigantic”, una de sus más populares canciones, en la voz de Kim.
Abrazo y reverencia al publico con luces de sala prendidas y manos que no paraban de aplaudir, pero no, no se querían ir, y con todo así hicieron por segunda vez “Wave of mutilation”, esta vez versión pacífica y emotiva; Y sobre el acople del final en la guitarra de Santiago, estalló “Planet of sound” para darle puro vértigo al final de un show, del que todos se tendrán que recuperar.
Este show ha marcado un antes y un después para todos. Para los Pixies, la gira es el regreso, la confirmación del renacer juntos de momentos muy duros. Para los que tuvieron el placer de verlos, y sobre todo para los más fanáticos, que han recorrido buena parte de sus vidas con el disco de la banda a su lado, esta presentación sin duda estuvo llena de emociones y recuerdos que nunca se van a olvidar.
TXT: Gonzalo Regollo
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