Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Ciro y los persas

Lo bien que se está

Cronista: Pablo Andisco | Fotos: Gentileza: Leandro Ciaffone

23 de Septiembre, 2010

Lo bien que se está

El carisma intacto de un frontman notable, una banda ajustada y versátil y un equilibrio entre los viejos temas piojosos y el nuevo material. Así fue la primera vez de Ciro y Los Persas en Buenos Aires.

Las afueras del Luna Park mostraban el mismo panorama que aquellos rituales que Los Piojos elegían regalar llevando al máximo su capacidad intimista, teniendo en cuenta que con bombos y platillos la banda llenaba estadios de taquito. Pero en este caso, sólo algunas canciones seguían siendo las mismas. El resto era el material, completo, de Espejos, el debut de Andrés Ciro como solista, acompañado de un sorprendente combo: Los Persas.

Cuando las luces se apagaron, la efervescencia brotó de cada uno de los cuerpos y “Antes y después”, la apertura cantada del show, puso a todos a saltar, gritando con el alma ese estribillo que dice tantas cosas. Le pegaron “El viejo”, clásico de Pappo, y después “Te diría”, himno piojoso. Síntesis perfecta de lo que vendría: mucho del antes y todo el después, con la intención de empezar a construir el durante.

Recién después de “Espejos” Andrés saludó al público, que explotó con la intro de “Todo pasa”. Así transcurrió esta parte del concierto, una y una, la ternura de “Vas a bailar”; la épica de “Luz de marfil”; la crudeza de “Banda de garage”. A esa altura Ciro ya había dejado la viola y recorría la imponente escenografía (una larga pantalla horizontal y unas cuantas verticales más pequeñas, simulando el arte del nuevo disco) vestido, al igual que sus músicos, como los antiguos persas.

El intermedio sirvió para que la banda se presentara en sociedad de una manera original. Los guitarristas Juanjo Gáspari y Juan Ábalos tomaron batería y bajo respectivamente mientras el bajista brasilero Broder Bastos agarró la viola para transportarnos a Bahía, mientras el público acompañaba con palmas. El trío dejó el escenario para que Chucky de Ípola y el impecable baterista Lulo Isod improvisaran sobre jazz, y los edificios mutaron de Persia a Nueva York.

“Blues del gato sarnoso” y “Blues del traje gris”, dos guiños para los viejos piojosos, abrieron el segmento de música negra, el más alto de la noche, que demostró el buen rodaje y la personalidad de Los Persas y lo cómodo que se siente Ciro cuando tiene que cantar cualquier cosa que derive de esa raíz. Después venía el “Rockabilly para siempre”, y ahí la tecnología jugó una mala pasada “Es que estamos vestidos como una banda de antes”, dijo el cantante apelando al cambio de vestuario, otro de los aciertos del show. Los músicos de smoking, los vientos al fondo, una verdadera big band, un viaje al Estados Unidos profundo de los ‘50. Finalmente el rockabilly arrancó y sonó perfecto, como el “Blues de la ventana”, que Ciro y Chucky empezaron en una pequeña tarima en la platea frente al escenario, y terminaron con la banda a pleno. Impactante.

“¿Quieren bailar?” preguntó el cantante, y fue el momento del disco, baby, disco, donde sólo faltó la bola de espejos. Sonó “Manjar”, que mutó en una jam paseando por “Debede” y “Miss you” con Ciro bailando como Tony Manero: fiebre de miércoles por la noche. Después Chucky cantó las primeras estrofas de “Ruleta” y “Servidor”, con Andrés chaplineando en la pantalla, le puso el moño funky a un genial pasaje black.

Los bises arrancaron en plan intimista, con “Ruidos” y sus cuerdas que fueron ganando intensidad. Luego subió un ovacionadísimo Mickie Rodríguez, esta vez con guitarra, para tocar “Paso a paso” y más tarde La Chilinga, con el “Comandante” Dani Buira (también muy aplaudido) para hacer “Verano del ‘92”, cantada casi toda por Mickie, y “Malambo para Luca, donde cambiaron la percu de murga por el bombo legüero. Con tres ex Piojos en escena, la gente arrancó el clamor instantáneo, pero Ciro contestó con cierta lógica: “pero si recién nos acabamos de juntar…”. La notable “Pacífico” marcó la despedida piojosa y en “Chucu-chu” se formaron algunos trencitos a pedido del cantante, que demostró todo su histrionismo sobre las tablas.

La última salida terminó de completar Espejos, con “Insisto” y “Noche de hoy” pegada al track oculto y la lectura de los trapos, seguramente un mensaje de Ciro para consolidar su nueva etapa. Con este espíritu se vivió el recital, como un nuevo camino que se inicia sobre una base de veinte años, rituales primero mínimos, luego multitudinarios, (en muchos casos también iniciáticos), y una banda de sonido que acompañó a una generación. Y la gente pareció entenderlo. 

Andrés Ciro llenó de Espejos el Luna Park para terminar de dar forma a sus primeros pasos de esta nueva etapa. Sus nuevas canciones fueron bien recibidas, sigue siendo uno de los mejores frontmen del rock nacional y tiene una banda que puede pasear por diferentes estilos y no se achica en las difíciles.

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