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Indio Solari

De regreso a Salta

Cronista: Redaccion La Bitacora | Fotos: Beto Landoni

20 de Septiembre, 2009

De regreso a Salta

El Indio volvió a la ciudad en la que debutó con unos incipientes Redonditos de Ricota allá por el año 1978. Esta vez, respaldado por unos impecables Fundamentalistas del Aire Acondicionado, brindó un show en el que convivieron sus temas solistas con los clásicos, y no tanto, de su etapa redonda.

La hermosa ciudad de Salta vivió una semana movidita. El martes 15 se celebró la Procesión del Señor y la Virgen del Milagro, que lleva más de tres siglos de historia y para la que se calcularon unos 500 mil fieles de buena parte del Norte argentino. Para el sábado se esperaba otra ceremonia: pagana, mucho más modesta en su convocatoria, pero con una fidelidad que las distancias parecen hacer más firme. Y desde el viernes por la noche, en los bares de la Peatonal Balcarce se escuchaba una sola voz…

La víspera de la primavera regaló una jornada muy agradable, con el sol y las nubes alternándose el protagonismo del cielo salteño, mientras la ciudad se preparaba para la única actuación del Indio Solari este año. Los alrededores del Estadio Padre Martearena se iban nutriendo de a poco de los ricoteros locales y del resto del país, quienes marcaban su lealtad con remeras de La Plata, San Luis y Tandil, mientras en la Avenida Tavella los puestos de remeras se mezclaban con los de choripanes y empanadas.

El Indio eligió a la ciudad norteña para tomarse un recreo de la grabación de su  tercer álbum como solista y regalarle a sus fieles peregrinos un concierto distinto. Se sabe que desde la época de Los Redondos siempre fue religión presentar los álbumes en su totalidad y en este caso El tesoro de los inocentes (2004) y Porco Rex (2007) ya habían tenido sus respectivos bautismos, por lo que el repertorio invitaba a las sorpresas. Este juego ocupó parte de la previa, en la que cada ricotero soñaba con que su tema favorito se mezcle entre aquellos que no pueden faltar en cada misa. También se comentaba la reciente y sorpresiva pelea mediática, alimentada por la coincidencia con los shows de Skay en El Teatro.

Y desde el comienzo aquellas especulaciones tomaron forma de certeza cuando se apagaron las luces y luego de la misma presentación en off del año pasado, el Indio y Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado arrancaron con “Fuegos de octubre”. El público saltaba con la euforia de siempre y una dosis de emoción incalculable. “Martinis y tafiroles” de Porco Rex y “Tomasito podés oirme? Tomasito podés verme?” de El tesoro… dejaron en claro las intenciones del Indio de recorrer de principio a fin toda su discografía.

También desde el inicio mismo del concierto se notó a un Solari locuaz como hacía mucho no se lo veía. Recordó su debut con Los Redondos en tierra salteña e hizo referencia a las empanaditas y tamales típicos de la región, además de bromear con su edad a medida que avanzaba el show. La primera tanda ricotera no se hizo esperar y “Me matan limón”, “El infierno está encantador” y el medley “Rock para el negro Atila/Divina TV führer” fueron cantadas de principio a fin por más de 30 mil personas.

Durante los temas de su etapa solista, como “Ramas desnudas”,  “Bebamos de las copas lindas” o “Vuelo a Sidney”, las proyecciones se apoderaron de las pantallas; más psicodélicas las de Porco Rex, más urbanas y oscuras las de “El tesoro…”. “Vamos a hacer un tanguito que hace mucho que no tocamos” avisó Solari y dio paso a “El arte del buen comer”, mientras que “El pibe de los astilleros” no necesitó presentación, apenas su emblemático riff que hizo temblar al estadio Martearena.

Después de “Porco Rex”, una sentida versión de “Pabellón séptimo (relato de Horacio)” incluyó otra rareza en la explicación del motín carcelario que dio origen a la canción. La fiebre ricotera volvió con “Ella debe estar tan linda”, “Un ángel para tu soledad” y “Mariposa Pontiac/Rock del país”.

Con un sonido que se acercaba a la perfección, “To beef or no to beef” sonó más emocionante que la original, potenciada con el grito de Solari fuera de programa hacia el final. El Indio seguía con ganas de hablar y mezclaba sus tópicos clásicos (“A mover el culo”, antes de un clásico, el agradecimiento a su médico Javier por salvarlo una vez más o el fastidio ante algunos objetos que le tiraban) con otros modernos, como la coreografía antes de “Porqué será que Dios no me quiere?”: “Hace rato que vengo insistiendo con el pasito. Es medio boludo, pero es lo que hay” dijo mientras movía alternadamente sus pies hacia delante y los costados. La gente festejó la iniciativa pero, vale decirlo, una vez más no le hizo caso.

Con “Todo un palo” se vivió quizás el mejor momento de la noche: fueron casi diez minutos en los que el Indio, su banda y el público estuvieron en la más alta sintonía. Se comentó que fueron los propios músicos los que pidieron interpretar uno de los temas más queridos por el público ricotero y la versión quedó para la historia, sobre todo esa coda que pareció eterna, con los músicos incendiando el escenario y el frontman observando orgulloso a un costado. “Los Fundamentalistas arden…” dijo a modo de agradecimiento cuando la multitud rompía en aplausos. 

Y para reafirmar el juego metafórico de los opuestos, la banda sonó ajustadísima y dejó en claro que es una de las mejores formaciones que se pueden ver actualmente sobre las tablas, una característica que a veces se eclipsa en la magnética figura de Solari. La solvencia de siempre de Hernán Aramberri y Marcelo Torres, las guitarras punzantes y potentes de Gaspar Benegas y Baltasar Comotto y Pablo Sbaraglia en teclados y guitarra acústica son responsables de ese sonido bien cargado del material solista y de algunos arreglos especiales del material ricotero. Cabe destacar una mención para un refuerzo, el impecable Sergio Colombo (El Natty Combo, Mimi Maura), quien tuvo un protagonismo permanente con su saxo y regaló un notable cierre en “Cruz Diablo!”.

El final del concierto sí tuvo más que ver con sus últimas presentaciones. Al igual que en los shows de La Plata, volvió a pegar “Nadie es perfecto” con “Ñam fri frufi fali fru”. “Pedía siempre temas en la radio”, “Un poco de amor francés” y “Juguetes perdidos”, con su ritual de chicas en andas, precedieron a “Flight 956” y “Jijiji”, con luces prendidas y pogo por todos lados. Las sensaciones se mezclaban en cada sector del estadio. La satisfacción por haber presenciado un show que supo combinar calidad arriba del escenario con la euforia de siempre abajo. El cansancio por los kilómetros recorridos y los que aún faltaban recorrer. La emoción de los miles de salteños que se golpeaban el pecho por haber recibido al ídolo en su casa. La ansiedad por la próxima misa y la cuenta regresiva que se iniciaba ese mismo momento.

Lejos de la polémica mediática, confirmando que su convocatoria no sabe de distancias y aumentando su estatura como solista, el Indio Solari brindó un show inolvidable en Salta. Quizás el peso específico de Los Redondos y la lejanía del mainstream lo distancien del famoso Olimpo del Rock Nacional. Lo cierto es que nadie es capaz de generar lo que generó Solari el sábado por la noche en la ciudad de las empanaditas, los tamales y la Virgen del Milagro.

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