Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Jaime Roos

Canciones escondidas

Cronista: Pablo Andisco | Fotos: Beto Landoni

20 de Julio, 2002

Canciones escondidas

El cantautor uruguayo presentó su último disco en vivo en un escenario en el que juega de local.

Desde su debut solista en 1977 con Candombe del 31, Jaime Roos desarrolló un material suficiente como para armar dos espectáculos paralelos. Uno más clásico, con banda completa, clima festivo y esos temas que trascienden al autor y pasan a formar parte del público, como el que presentó gratuitamente en febrero en Costanera Sur. El otro, recientemente editado como “Hermano te estoy hablando”, se organiza en torno a aquellas canciones ocultas, perdidas o desconocidas, esas de las que a veces tiene que prescindir un cantautor cuando alcanza cierta masividad.

El disco se grabó en el histórico Teatro Solís de Montevideo en julio del año pasado, en el mismo ciclo de conciertos que también visitó La Trastienda, y la noche del jueves tuvo la misma estructura, ya que pasaron “Hermano te estoy hablando”, “Quince abriles” y “Chalaloco” antes del saludo oficial. También lo acompañaron los mismos músicos, el notable Nicolás Ibarburu (guitarras varias y bajo) y dos tecladistas: Gustavo Montemurro, que además maneja la laptop con las programaciones y grabaciones, y el legendario Hugo Fatorusso, que aportó también en los coros y en la interpretación solista de “Carta (a poste restante)”, aún más bosseada que la original.

La primera parte avanzó con Roos contando algunas anécdotas sobre las canciones -la calle de Ámsterdam que inspiró “Good bye (El tazón de té)”, el pedido de Sergio Renán para su película “El sueño de los héroes”, del que salió “Milonga de Gauna”-. También, futbolero si los hay, se refirió al buen momento de Defensor, el club de sus amores. Ahí nomás le pidieron “Cometa de la farola”: “esa es del otro concierto”, aclaró entre risas.

El mejor momento llegó con el fragmento de “La Margarita”, obra inspirada en aquellos sonetos escritos por su compatriota Mauricio Rosencof, mientras estaba encarcelado por la dictadura militar uruguaya. Roos seleccionó con el autor algunos poemas, les puso música y los plasmó en un álbum, que casi no tuvo interpretaciones en vivo. Canciones como “Conversación”, “El beso”, “Golondrinas” y “Maga”, fueron acompañados por los comentarios de Jaime, para poder seguir el hilo conductor de lo que realmente es: una historia con introducción, desarrollo y final.

El público siguió con un respetuoso silencio, entendiendo el concepto del show, más allá de los infaltables pedidos propios de los recitales de cantautores. Sin embargo, hacia el final y acaso cansado de que la misma persona le pidiera una y otra vez “Colombina”, Roos explicó, por si hacía falta, que no la iba a tocar no sólo porque precisaba voces y percusiones murgueras, sino también porque se había anunciado que la idea del show era otra. El que avisa no traiciona, eso está claro. Para el final, quedaron “Postales para Mario”, de su último trabajo en estudio y “Una vez más”, convertida casi en un tecno-pop, con bombardeo de luces y el notable comando de Montemurro. 

En medio de los agradecimientos, Jaime Roos recordó su debut en la vieja Trastienda de Palermo, a principios de la década del 80. Casi treinta años después, reafirmó su romance con el público argentino en un concierto diferente en el que mostró el costado menos conocido de su obra.

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