Skay Beilinson
El nuevo ritual
15 de Mayo, 2009
Skay y los Seguidores de la Diosa Kali agotaron dos noches en el Teatro de Colegiales.
Pasadas las 21 las luces se apagaron y se abrió el telón. Ahí estaba Skay, entre humo y luces rojas, se podía distinguir la silueta del guitarrista apuntando al cielo con una mano y sosteniendo su guitarra en la otra. Con esa imagen empezaron a sonar los acordes de “Soldadito de plomo” y luego de dar la bienvenida al show, y para seguir bien al palo, el riff de “El gourmet del infierno” transportó al público a las puertas del averno.
Tan sólo dos canciones alcanzaron para notar algunas de las características de Skay, quien además de ser un buen y creativo guitarrista, tiene un sonido particular imposible de obviar, así como su gestualidad, que dice haber aprendido de Hendrix. A su lado los Seguidores aportan la calidad necesaria a la banda: una base sólida (Claudio Quartero, bajo y Topo Espíndola, batería) y otros destellos de habilidad (Oscar Reyna, guitarra y Javier Lecumberry, teclados) que le dan un toque diferente y moderno al grupo.
La noche continuó con “Meroe y los sortilegios”, “Canción de cuna” y “Los caminos del viento”, tres canciones del último disco de la banda La marca de Caín (2007), luego “Bye Bye” y “Dragones”, una perla de Talismán (2004). Ya con el público vibrando, Skay subió la temperatura con dos canciones de los Redondos: “Todo un palo”, “Jijiji” y 10 minutos de descanso.
El regreso fue con un tema nuevo inspirado en un ritual chamánico de los indios Hopi y luego recorrió sus tres discos con canciones como “Flores secas”, “Presagio”, “Ángeles caídos” y “Tal vez mañana”. El público celebró todos los riffs y solos que el guitarrista entregaba y más se agitó todavía cuando sonaron “El Golem de la Paternal” y “El pibe de los astilleros” antes de otro pequeño descanso.
Los bises fueron “Arcano XIV” y el hit dedicado a la muerte de A través del Mar de los Sargazos (2002) la “Oda a la Sin Nombre”. Como era de esperarse, la gente quería más y luego de saludar, Skay decidió regalar una última canción y sonó “Síndrome del trapecista” , dejando a todos satisfechos en el final.
Skay y los Seguidores de la Diosa Kali es una de esas bandas que más allá de los discos en vivo son increíbles y, fieles a su estilo e ideales, transformaron sus recitales en un ritual para los afortunados espectadores que se acercan a escucharlos.
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