¿Y qué más puedo pedir?

El ciclo del tercer disco de Once Tiros, Momento extraño (2007), fue cerrado el sábado en Buenos Aires con la extraña característica de no haber sido nunca editado en el país. Esto no impidió que los uruguayos hayan cumplido con creces en su actuación en La Trastienda, el lugar estrella de la actualidad porteña.

“Alarma” y “Bisturí”, dos temas con grandes juegos de coros (los de este último remitiendo a algún memorioso a un viejo tema de los Cadillacs, “Es tan lejos aquí”, 1988), fueron los encargados de inaugurar la jornada con la clásica potencia y empuje que promueve la banda y que parece no dejar de propagarse en toda la noche.

Al ritmo del ska saltador y frenético, desfilan canciones como “Lacanao”, “Caliente” o “Drogado” de los dos primeros discos, con letras directas (o no tanto) que escupen siempre un fuerte disconformismo con el sistema social. “Kamikaze”, corte de la última placa, provoca una mezcla explosiva entre el ñu metal y el hip hop, que hace ebullición con la potente letra que sale de la boca de Pablo Silvera, “El Negrito”, quien ya comienza a sufrir calor, producto de la incesante ofrenda de energía que el público devuelve canción tras canción.

La banda se siente cómoda con el buen sonido que se aprecia en el lugar, acrecentando la fuerza que emana en vivo cada tema, superando las grabaciones de estudio. “Sin luna” es un apetecible reggae que apacigua un poco las aguas, las cuales se vuelven a salpicar rápidamente con más ska en temas como “Jorge Arbusto” o “Que no decaiga”.

Pero hay dos momentos en donde todos toman un respiro: uno cuando el trompetista Lucas Lessa toma la voz de mando y suenan “Nunca le importó si estaba bien” y “Dormilón”, otro gran reggae donde la banda demuestra que es una de sus mejores facetas musicales. El segundo momento se da cuando todos se van y dejan a la pequeña figura de Pablo Silvera sentado solo con su guitarra, para generar un clima íntimo donde se luce cantando “El tipo Q”, guiñando un ojo a los presentes al entonar “que lindo es volver aquí”.

Hubo tiempo también para un tema nuevo, “Trance denso”, esta vez cantado por el guitarrista Santiago Bolognini. También aparece en varias canciones la voz de Bruno Andreu, el otro guitarrista, demostrando que todos los integrantes pueden cantar y cumpliendo una buena performance, al mejor estilo Auténtico Decadente.

Cercano musicalmente al primer álbum de sus compatriotas de La Vela Puerca, el debut discográfico “Parvadomus” del año 2002 toma protagonismo sobre el final del show, y la efervescencia es completa cuando suena “Lo más valioso” (y el agradecimiento lírico a todos sus seguidores). “¿Y qué más puedo pedir?” canta la banda en los bises que explotan con “Aventuras y proezas” y el mayor clásico de la banda, tan entonado en varias ocasiones por Emiliano Brancciari en los shows de No te Va Gustar, “Maldición”.

Con remera argentina a cuestas regalada por un fan (con el número once y su propio nombre), el cantante agradece y saluda como puede mientras el telón lo va dejando fuera de escena abruptamente. “Después de nosotros toca La Portuaria” había aclarado minutos antes, y es por eso que de forma instantánea los muchachos de control/seguridad/prevención, o como sea que se denominen ahora, desalojan el lugar sin perder tiempo, como a ellos más les gusta, para dejar todo dispuesto rápidamente para que otro espectáculo comience.

Once Tiros volvió al país para despedir un disco que pese a que nunca fue editado aquí, contiene buenas y enérgicas canciones que todo un público conoce y le da vida a otra banda uruguaya que pisa con fuerza en los reductos porteños ya desde hace varios años, pese a la corta edad de sus integrantes.