Pepsi Music
Que el delineador sea a prueba de agua
28 de Septiembre, 2008
“Hoy tenemos un clima especial”, describió con optimismo Diego, el líder de Pánico Ramírez; “¡Qué día de mierda tenemos hoy!”, opinó con un poco más de crudeza Dante. Es que el tercer día del Pepsi Music estuvo pasado por agua, cortesía del clima local, y colmó de barro las presentaciones de El Otro Yo, Massacre, No Lo Soporto, Leo García y Babasónicos, entre otros.
Adam Green, ex The Moldy Peaches, fue el único artista internacional del día. Al grito de “¡Hola, mi nombre es Pipo Pescador!”, el cantante estadounidense se ganó a un público que en un principio se mostraba algo desconfiado, con una psicodélica presentación que contó con gritos estridentes al estilo Jim Morrison, y unos carismáticos movimientos y bailes de una extraña similitud a un ataque de epilepsia.
El Otro Yo dio su aporte de adrenalina entre tantos sonidos edulcorados. A pesar de dar el último show bajo la lluvia, no le faltó ni un kilowatt a su potente show plagado de sus mejores temas como “10.000.000”, “El zumbido”, “Inmaduro” y una muy especial versión de “No me importa morir” con un invitado: Micky de Molotov en el bajo, que hizo repetidos gritos divertidos y caricaturescos, mientras Cristian Aldana se paseaba por los caminos del escenario, incitando a las masas al movimiento.
Curiosamente, un cuarto escenario no anunciado se podía encontrar entre los mares de puestos de merchandising. Una especie de araña gigante de cemento, de la cual colgaban distintos instrumentos de percusión, para que el público improvisara su propio ensamble y que, en algunos momentos, opacó el sonido de la banda del escenario cubierto, que se encontraba a unos metros.
A pesar de ser la fecha liderada por Babasónicos, el glamour de la noche llegó de la mano de Walas, cantante de Massacre que, con su característico y extravagante juego de calcita y bufanda rosa fuerte, abrió con “Sofía, la súper vedette” y presentó un compilado de temas de la última época de la banda con un cálido mensaje de paz acorde a la temática del día: “Venimos a acabar las luchas entre emos y flogers. Somos todos putos por igual”. Como perlitas sonaron “Maggie May” de Rod Stewart y “El Probador” de Virus.
Desde los confines más ghetto de Palermo Brooklyn, el toque hip hop fue dado por Dante y sus calaveritas bailarinas en un enérgico set de poco más de media hora con escasos segundos de descanso entre tema y tema, para seguir presentando su última placa, “El Apagón”. Se destacó “Ponémela en la cara” y el tema que le da el nombre al disco. Algunos del público se miraron extrañados cuando en el tema “Olvídalo”, que originalmente cuenta con la participación de Julieta Venegas, una de las coristas hizo la mímica de la línea de voz de la cantante mexicana.
Pánico Ramírez se ocupó de cerrar el escenario cubierto con un electrizante y algo perturbado show de música rock electrónica. Mientras Diego, el cantante, se movía de un lado para el otro agitando su guitarra eléctrica y Grisel se debatía entre el manejo del sintetizador y movimientos esquizofrénicos, Germán y Gastón, baterista y bajista respectivamente, contrastaban con su actitud serena.
La noche, ya con las nubes alejadas, tuvo su cierre en el concierto de Babasónicos, que entregó un set list muy parecido al de su anterior presentación en Buenos Aires. “Sin mi diablo”, “Pendejo” y “Escamas” abrieron el compilado de 22 canciones, el más largo de la noche. “Micro dancing” tuvo una especial introducción cuando Tuñón y Rodríguez, los Diego de la banda, se armaron unos instrumentos de puño manejados con una linterna y dispararon sonidos hacia el campo. Para los nostálgicos tocaron “Patinador Sagrado”, un tema de las primeras épocas de la banda, signadas por el hardcore, el hip-hop y el culto a la deformidad. Más tarde regresaron a su temática actual y volvieron las referencias bolicheras con “Soy Rock”, “Putita” e “Irresponsables”.
El glamour y la discoteca, con algunos toques electrónicos, dieron el presente en la tercera fecha del festival bautizado por una marca de gaseosa, con sus escenarios con nombres de compañías telefónicas y sus inacabables stands de consumo, que provocaron cierta nostalgia por las épocas en que los festivales tenían como consigna la libertad.
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