Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Fito Paez

La lección de piano

Cronista: Pablo Andisco | Fotos: Beto Landoni

26 de Agosto, 2008

La lección de piano

El martes por la noche, Páez inició la serie de recitales íntimos en La Trastienda acompañado por su viejo amigo del cuerpito blanco y negro.

A primera impresión, el boliche de San Telmo presentaba una escenografía distinta a la habitual. Un pequeño tablado con apenas lugar para un piano y un par de guitarras se ubicaba en el medio del salón, rodeado por sillas a modo de un mini anfiteatro, y una tribuna se levantaba en el lugar que tradicionalmente ocupa el escenario.

Sin embargo, esta disposición no sorprendió, ya que era sabido que Fito iba a presentar un espectáculo basado en la fórmula que experimentó en su último disco, Rodolfo (2007), y similar al que mostró en el Palacio Municipal de Congresos de Madrid, que se editará próximamente en formato audio y DVD.

Vestido íntegramente de negro, Páez recorrió la pasarela hasta el centro del local y como muchos intuían, se adhirió al musicazo convocado en homenaje a García. “Abran las puertas, que vamos a tocar Charly”, dijo el rosarino, para interpretar “Peperina” y “Tuve tu amor”. Luego de un aplauso cerrado y emotivo, llegó el primero de sus clásicos. “11 y 6”, con el mismo fraseo que adoptó desde el acústico “Euforia” (1996) y uno de los temas que mejor se adapta a este formato de piano y voz.

A lo largo de la noche, Fito permitió que algunos músicos que suelen formar parte de sus trabajos, muestren su material ante un público mayor al acostumbrado, algo similar a lo que hiciera Juan Carlos Baglietto con él y otros rosarinos a comienzos de los ‘80. Primero subió Carlos Vandera para hacer B. Ode y Evelyn (“¡Qué canción rara que eligió Carlitos, hace como 20 años que no la toco!”, exageró Páez) y un tema propio, “Espero que hoy”. Luego subió Coki Debernardi, para tocar “El fantasma caníbal y la niña encantada de Ciudad del Cabo” y más tarde fue el turno de Pablo Dacal, porteño de Almagro pero, según Fito, rosarino por elección, quien hizo “Muelle de las brumas” y “Alguna vez voy a ser libre”, hermosa versión de un tema de Giros (1985) Cada uno con su estilo (Vandera con su frescura pop, Coki en una onda bien rockera y Dacal con cierta languidez indie) estuvieron a la altura de las circunstancias y demostraron una química genuina con el anfitrión, más allá de las diferencias de trayectorias y pergaminos.

Aparte de los invitados, Fito organizó el recital entre temas de “Rodolfo”  (“Mágica hermosura”, “El cuarto de al lado”), clásicos de siempre (“Tumbas de la gloria” con cita a “Ámbar violeta”, Cable a tierra”) y temas que no suele interpretar en vivo, como “Detrás del muro de los lamentos”. Para amenizar el asunto, el rosarino jugueteaba con su piano o interactuaba con el público, ayudado por la cercanía y el clima relajado  Sólo por un lapso de diez minutos, y con el reingreso de Coki, la gente permaneció de pie al compás de la seguidilla irresistible de “Polaroid de locura ordinaria”, “Ciudad de pobres corazones” (el único momento en que Fito cambió el piano por la eléctrica) y “A rodar la vida”, que marcó un pequeño punto y aparte.

Con una remera del beatle Ringo Starr, Páez volvió al escenario para entonar a capella “Yo vengo a ofrecer mi corazón”, con un respetuoso silencio como única compañía. Después de dos horas de concierto, el cierre llegó de la mano de un popurrí, con fragmentos de “Carabelas nada”, “Oh nena”, “Tema de Piluso” y una versión completa de “Mariposa technicolor”.

Lejos de las superbandas que supo formar, Fito se calzó el traje de Rodolfo y en compañía de su piano regaló algunas de sus mejores canciones.

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