Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Quilmes Rock

Cierre pesificado

Cronista: Gentileza: Pablo Gabriel Krause | Fotos: Beto Landoni

06 de Abril, 2008

Cierre pesificado

Divididos y Catupecu Machu bajaron la cortina del Quilmes Rock, con menos público, pero con un espectador de honor: Gabriel Ruiz Díaz.

La edición 2008 del Quilmes Rock llegó a su fin el domingo por la noche. Sin Lenny Kravitz que se rateó presentando certificado médico, y con un River a medio llenar. Más allá de las circunstancias, Divididos y Catupecu Machu demostraron estar a la altura de la situación y cargaron sin demasiados problemas la pesada mochila de hacerle frente al Estadio de River Plate. Como toque místico de la noche, Fernando Ruiz Díaz (voz de Catupé) contó que por primera vez a dos años del accidente, su hermano volvió a hacerse presente en un concierto de la banda (claro está, de incógnito).

Pero mucho antes que ello, los que decidieron pasar la tarde con música eran recibidos por las dulces melodías de Estelares, que con guitarras acústicas amenizaban el atardecer riverplatense. Y es que para los que aceptaban pagar cinco mangos el paquete de galletitas (porque la inflación también se hace sentir en los festivales), “Las vías del tren”, “Ella dijo” o la pegadiza “Un día perfecto” parecían casi una banda de sonido preparada para la ocasión.

Apenas más tarde llegaría el turno de Massacre, para ese entonces con algo más de público, ayudados por la decisión de los organizadores de “despejar” la bandeja superior de River a fin de abarrotar un poco a los del campo (sino las fotos salen vacías, ¿vio?). De todas maneras, Wallas y los suyos atraviesan un momento inmejorable y demostraron sobre las tablas cuán merecido tienen el repunte que están viviendo. Una banda que refleja identidad en su sonido, tanto en clásicos como “Nuevo Día” o “Diferentes Maneras”, como en las más actuales “La Reina de Marte”, “Divorcio” (en donde se sumó Juanchi Baleirón) o la genial “La Octava Maravilla”.

Una vez que la tarde se comenzaba a transformar en noche, que vino al pelo teniendo en cuenta el calorcito que había traído consigo el domingo, Black Rebel Motorcycle Club tomó el escenario. Anteojos negros, humo sobre las tablas y luces que buscaban dar más oscuridad que otra cosa, acompañaron la presentación del trío estadounidense.

Si bien la banda demuestra un enorme nivel de profesionalismo para desenvolverse en vivo, los de San Francisco son uno de esos grupos en los que todo se resume en un “tómalo o déjalo”: para algunos representan el verdadero espíritu del rock and roll, mientras que para otros no logran romper la monotonía y más allá del nombre copado y las letras contestatarias terminan quedando a mitad de camino. Los primeros eran minoría en River, aunque hacían notar su fanatismo, mientras que la indiferencia de la gran mayoría da a pensar que el grueso de la gente se inclinaba hacia la segunda postura.

Sin dudas el primer plato fuerte fue la llegada de Catupecu Machu, que arrancó con “Viaje del Miedo” una presentación que iría tomando forma a fuerza de presencia y actitud. Está claro que el climax de la noche se vivió con la visita de Wallas y Pablo de Massacre para “Plan B: Anhelo de Satisfacción”, y en donde Fernando explicó que por primera vez desde el accidente que sufrió hace dos años, su hermano Gabriel Ruiz Díaz estaba allí en River observando el concierto.

De allí en adelante, lo que ya venía siendo una gran presentación de la mano de “Origen Extremo” o “Magia Veneno”, terminó convirtiéndose en un cierre enérgico en el que la seguidilla de “Muestrame los dientes” y “Dale!” vinieron como anillo al dedo, y que finalizó con las 30 mil personas que había en el estadio coreando “A Veces Vuelvo”.

A modo de intervalo, tanto entre B.R.M.C. y Catupecu como antes de Divididos, Carca armó en un escenario reducido una suerte de “tributo al rock nacional” que en este caso, resultó un tanto más coherente que su inclusión el día de Ozzy Osbourne. Aquí al menos, pudo interpretar temas de Manal, Pescado Rabioso, Pappo’s Blues, Riff y ¡Los Twist! a pesar de un sonido que dejó bastante que desear.

Finalmente, llega el momento de Divididos y cuando se ilumina el escenario aparecen Mollo, Arnedo y Catriel “disfrazados de Lenny’s” al ritmo de “Are You Gonna Go My Way?”. Es que el trío decidió tomarse la situación con humor, casi como si estuvieran “jugando a hacer un River”. Por eso, la dinámica del show no se diferenció demasiado de lo que (afortunadamente) ya nos tiene acostumbrados “la aplanadora”: un arranque bien arriba con “Salir a asustar”, Haciendo cosas raras”, “Tanto anteojo” y “Elefantes en Europa”, para luego sí soltar el pie del acelerador (aunque en el medio pasó “Salir a comprar”) y armar un exquisito set acústico en el que primero contaron con la compañía de Peteco y Demi Carabajal (devolución de gentilezas tras Cosquín) para “Ortega y Gasés” y “Qué ves”, para luego cederles el lugar a los músicos de Ricardo Vilca para “Guanuqueando”.

Los invitados siguieron con Alambre Gonzáles en “Par Mil” (después de que Mollo masticara cuerda en “Voodoo Chile”) y en el cierre junto a Wallas y Fernando Ruíz Díaz con “Nextweek” de Sumo. Como si fuera poco, hubo tiempo un poco antes para el estreno de un tema nuevo y hasta una versión zeppelineada de Sumo en donde intercalaron el solo de “Whole Lotta Love”.

Es cierto que el faltazo de Lenny Kravitz boicoteó el cierre del Quilmes Rock, tanto que la escasez de público hizo que el sonido rebotara sistemáticamente contra el fondo del estadio en casi todos los sets. Sin embargo, la postal final de Walas y Fernando jugando a ser Luca mientras Mollo se saludaba con medio estadio tras romper una cuerda en el solo, ilustra cómo el factor emotivo terminó pesando más en el balance de la noche. Un cierre semi-devaluado, que igual supo rendir sus frutos.

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