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Quilmes Rock

Fiesta a dos orillas

Cronista: Pablo Andisco | Fotos: Gentileza: Ro Diaz

04 de Abril, 2008

Fiesta a dos orillas

La vuelta de Bersuit a los escenarios porteños fue la nota saliente de la segunda fecha del festival de la cerveza. Un show prolijo de La Vela Puerca y uno caótico de Intoxicados dejaron contentos a sus fans por igual. Los españoles de Marea y Mancha de Rolando abrieron el juego de una jornada para todos los gustos.

La tarde a pleno sol invitaba a llegar tempranito para ver el show de Marea, la banda española que de la mano de La Renga cosecha cada vez más seguidores en nuestro país. Los de Navarra abrieron con “Entre hormigones”, tema de apertura de su último trabajo, “Las aceras están llenas de piojos”. Comandados por Kutxi Romero, enérgico frontman, tuvieron una buena aceptación, pese a un sonido algo flojo, como suele suceder con los grupos que abren los escenarios principales. “Aceituneros”, “El perro verde” y la despedida con “Marea” se destacaron en otro buen paso de los españoles.

Cerca de las 18, el sol todavía pegaba fuerte cuando Mancha de Rolando se subió a las tablas para entregar durante poco menos de una hora un set tan hitero como potente, ya que cargaron sus reconocidas melodías de un corte netamente rockero. “Mago de la lluvia (ese tren)” abrió el fuego y la banda aprovecho para tocar unos cuantos temas de su última placa, Espíritu, ante una audiencia que los recibió con mucha calidez.

El show de la Mancha transcurrió entre lo previsible (“Donde vamos”, “Buscar”, “Arde la ciudad”) y dos covers, “Alta suciedad”, de Andrés Calamaro y un medley con la versión de Pappo de “Ruta 66” y “Un trago para ver mejor” de La Mississippi, que eligieron para cerrar. Como ocurrió con Marea, la banda de Avellaneda tuvo que lidiar con un sonido confuso, con mucha potencia pero poca nitidez, algo a mejorar en el futuro.

Anochecía cuando Intoxicados sorprendió a todos con “In the flesh”, la formidable apertura del “The wall” de Floyd, sacudiendo las estructuras de lo convencional. A continuación pelaron “Lo artesanal”, del primero de Viejas Locas, y un viaje al presente inmediato con “Pila pila”. En ese momento las pantallas empezaron a transmitir, al estilo de un flash informativo, a la “cocina intoxicada” que preparaba tortas fritas sobre el escenario para repartir entre algunos afortunados y los propios músicos. Fue la sorpresa de rigor que los de Lugano siempre presentan en sus conciertos.

Pese a este comienzo alentador, no fue el mejor show que se recuerde de Intoxicados. A medida que el sonido mejoraba, la banda se perdía en versiones desprolijas de un set list que tuvo mucho de Viejas Locas (“Que vas a hacer tan sola hoy”, “Dos nenas” y versiones casi instrumentales de “Perra” y “Una piba como vos”) y lo más clásico de Intoxicados, como “De la guitarra” y “Está saliendo el sol”. Pity Alvarez, genio y figura de la banda, se perdió en su propio laberinto y no pudo encarrilar desde el micrófono una buena performance de su banda,  que levantó vuelo con el Negro García López.  El ex La Torre se sumó hacia el final del show para entregar junto a Felipe Barroso los momentos más rockeros de la jornada, sobre todo una incendiaria versión de “Las cosas que no se tocan”.

Para el cierre se coló “The trooper”, de Iron Maiden en el medio de “Religión”; una versión libre, ideal para dividir aguas entre quienes celebran cualquier riesgo que se asuma y aquellos fundamentalistas que no conciben que un rolinga toque un himno del metal. Es cierto que Pity hace tiempo que dejó de ser un rolinga –si es que alguna vez lo fue-, tanto como que los riegos que asume no siempre lo dejan bien parado. Lo concreto es que este final resume en buena medida la realidad de Intoxicados: una banda que tiene todo el potencial pero que por momentos se pierde y no sabe como canalizar la energía.

A esta altura de la noche ya había ingresado casi la totalidad del público, que no logró colmar el estadio pero que cubrió buena parte del campo y plateas. Las populares no estaban habilitadas y esto atentó contra la acústica, ya que la batería rebotaba contra el cemento, afectando un sonido que se fue puliendo a medida que avanzaba la jornada. Un acierto de la organización fue colocar las pantallas en el centro del campo y orientarlas hacia los costados, facilitando así la visión de los más rezagados. Vale destacarlo, ya que en la mayoría de estos eventos es mucho más lo que se intuye o imagina que lo que efectivamente se ve.    

Cerca de las 21 se apagaron las luces y los acordes de “El señor” dieron inicio a una nueva presentación de La Vela Puerca en tierra argentina. Los uruguayos tocaron buena parte de su último trabajo, “El impulso” y confirmaron que su popularidad en estas tierras está más allá de cualquier conflicto diplomático. La pequeña figura de Sebastián Teysera comandó durante hora y media la prolija actuación de La Vela, sin fisuras desde lo musical y sin demasiadas palabras más allá de las canciones.

La banda echó mano de sus virtudes para cautivar al público, con su propuesta organizada en torno a cuatro pilares que se complementan a la perfección y saben destacarse unos y otros: la versatilidad de la base, conformada por Pepe Canedo en batería y Nicolas Lieutier en bajo, comandando los vaivenes rítmicos que caracterizan al grupo. Las guitarras de Santiago Butler y Rafael Di Bello, cada vez más al frente. Coli Quijano en saxo y Alejandro Piccone en trompeta acompañan siempre, y sobresalen en el ska, como “Me pierdo”. Y el Enano Teysera es, además de cantante, principal compositor y frontman, en un estilo de anti rock star: en su apariencia de tipo común, no hay ropas ni bailes estridentes, solamente su voz y la fuerza de sus canciones. Lo secunda en las voces el Cebolla Cebreiro, que tiene un momento solista en “Clones”.

Promediando el show, el Enano recorrió la pasarela con su guitarra acústica para hacer dos temas. “Esto es un capricho, es una de las primeras canciones que aprendí en la guitarra”, dijo antes de “Regtest”, de Sumo. Después fue el turno de “Mi semilla”, acompañado por un violín y por miles de gargantas. Luego de este reposo, levantaron temperatura con la recta final: “Paren hoy”, “Viejo” y el cierre a pleno con “Llenos de magia”.

Bersuit Vergarabat volvía a tocar en Buenos Aires casi un año después de su último show, casualmente en el mismo lugar. En ese lapso se sucedieron, entre tantas otras cosas, un disco nuevo, titulado “?”, rumores de separación, y un discurso cada vez más radical con respecto a la ecología. Por todo esto, además del propio peso específico del grupo, eran grandes las expectativas para ver a la Bersuit. Y el Pelado Cordera y los suyos no defraudaron.

Los tres primeros temas fueron de su último trabajo, como para cumplir un trámite y dedicarse después a recorrer su discografía. “Ansiando libertad” fue el comienzo, a media máquina como los últimos tiempos. Luego fue el turno anti papeleras, “De ahí soy yo”, con videoclip alusivo, realizado por TEA imagen y titulado “¿La economía es idiota! o cómplice?“, que comparaba la situación en América del Sur con relación a Finlandia y España. Después las luces bombardearon todo el estadio y “Laten bolas” activó los resortes del Monumental: “De onda” y “El baile de la gambeta” desataron la famosa fiesta bersuitera.

La banda dejó de lado los piyamas y uniformados en negro brindaron un show sin fisuras y con algunas sorpresas. En “La venganza de los muertos pobres” subió un grupo de percusión, La Bomba de Tiempo. Su versión ya clásica de “El tiempo no para” contó con Charly Bianco, guitarrista original de la banda y en “Un pacto” invitaron a Juan Cruz Torres, hijo de Jaime, para tocar el charango. Tito Verenzuela tuvo su tradicional momento con “Porteño de ley” y en “La argentinidad al palo” aggiornaron los pregones de los canillitas con consignas anti oficialistas.

Cuando Juan Subirá se puso en la piel del borracho de “Negra murguera”, River fue un inmenso tablado y las voces de Los Balbis decoraron una de las más lindas canciones de la banda. Para el final, ahora sí con sus atuendos tradicionales, dejaron  “Se viene”, con Pablo Guyot en guitarra, “La bolsa” y la emotiva “El viento trae una copla”. Aplausos recíprocos entre el público y la banda y punto final para una jornada extensa y agotadora.

Con una puesta de primer nivel y pese a algunos inconvenientes con el sonido, el día 2 del Quilmes Rock tuvo sus vaivenes, pero cada artista supo darle a su público lo que habían ido a buscar.

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