Bob Dylan
Gracias por volver
16 de Marzo, 2008
Nadie podía faltar: algo histórico iba a ocurrir en Liniers. Bob Dylan repasó su vida y emocionó a más de veinte mil nostálgicos.
Me pregunto si seguirá vivo aquel muchacho que se animó a gritarle “¡Judas!” a Dylan en pleno show allá por el ‘66. ¿Se arrepentirá? ¿Estará orgulloso que ese impulso inconsciente sea parte de la historia del rock? Es que el tío Bob había dejado el folk, agarró la eléctrica y se animó al rock, cosa que a muchos pareció no gustarle. Hoy Dylan tiene un montón de años más y cuarenta discos de repertorio. Nada mal para un hombre que cambió la voz veinticinco veces con el pasar de los años culpa de algún que otro exceso y el paso del tiempo.
Dylan subió después de León Gieco (que invitó a su amigo Charly García para tocar “El Fantasma de Canterville”) y repasó todo el blues, el jazz, el rock y el folk de todos sus discos. Vestido de negro, como recién salido de una película de Sergio Leone, entró sin saludar, sin la remera de la selección y sin la necesidad de decir que somos el mejor público del mundo. Tampoco esperó aplausos, simplemente se limitó al silencio y a tocar la guitarra en tres de sus dieciocho temas (“Rainy Day Women #12 & 35”; “Lay, Lady, Lay”; “Watching The River Flow”) para pasar al piano y deleitar con “Masters of War”, himno antibélico que no pasa de moda gracias a este mundo malo malo. De ahí en más, él, su piano y una banda que imitó a la perfección temas como “Thing have changed” o “Workingman´s Blues #2”.
Muchos salieron enojados por los señores del vip que acaparaban la mitad del campo (como en Roger Waters en River y todos los shows grandes para gente adinerada) y el cambio de todos sus temas. Clásicos como “Just like a woman” fueron interpretados de manera blusera y eléctrica que los vuelven casi irreconocibles. “¡Está recitando las letras!” se quejó uno. Casi le grita Judas, pero otras veinte mil personas lo miraron horrible y siguieron disfrutando tranquilos, escuchando esa lírica que casi le da el premio Nobel a la literatura y esa voz gastada, de camión viejo pero de colección.
Se sabía que la jornada sería corta y “Like a rolling stone” amagó una despedida. Dylan se fue como entró y apareció al minuto para tocar “Stuck Inside Of Mobile With The Memphis Blues Again”, “All Along The Watchtower” y “Blowin´ In The Wind”. “¡Nunca tocó tres bises!”, dijo un fanático del Google.
La noche terminó y fue como un buen vino, de esos viejos que se disfrutan de a poquito, despacito, para no perderse ningún detalle. Argentina se regocija de las tres visitas de unos de los señores que mejor le hicieron a la música contemporánea, para poder agendarlo y decirle a un futuro nieto que pudieron escucharlo.
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