Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Pepsi Music

Un combinado de emociones

Cronista: Gentileza: Emiliano Bezus Espinosa | Fotos: Beto Landoni - Gentileza: Andrea Villa

26 de Septiembre, 2007

Un combinado de emociones

La quinta jornada del gasificado festival prometía potencia y baile. A pesar del caprichoso sonido, Las Pelotas comandó una buena velada.

En la calle, el frío mandaba y el sol se ocultaba. En la quinta fecha del Pepsi Music 2007 el público lentamente se acercaba al escenario indoors. Los primeros en llegar eran adolescentes, delatando la actividad laboral de los que iban a llenar el estadio en el último número.

A las seis y cuarto, puntual, tal como estaba detallado en el programa, los mendocinos de Bela Lugosi abrieron la jornada. Pese a que el sonido no estuvo de su lado, y que la gente no se había acercado en cantidad, los herederos de Las Pelotas pudieron realizar algunos temas como Sin poder gritar, No me sirve y  Mondongo reggae.

El joven trío 90 Sapos (se formaron a mediados del año pasado) brindó un show compuesto por seis canciones entretenidas, comandadas por la poderosa batería de Karina Tamburini. Mientras, algunas de las chicas del piso se animaban a soltar suaves pasos de baile. Algo que no se reflejaba en el escenario. Nena arteria y Ridícula fueron las canciones destacadas de la performance. A pesar de algunos acoples que el cantante Ness reclamó en varias oportunidades, el público nuevamente brindó una buena respuesta.

A eso de las 19 la gente seguía acercándose. La mayoría, adolescentes con remeras de Bulldog y Las Pelotas.  Las tres pantallas ubicadas en la parte superior del escenario anunciaban la banda que continuaba y la gente alentaba. Una constante que se repetiría a lo largo de toda la tarde noche.

Con más de diez años en el circuito del rock nacional, y cinco discos de estudio encima, Smitten fue la primera banda que arrancó saludos y aplausos antes de comenzar a tocar. Abrieron bien arriba con Dame y The Fashion y siguieron con la pseudo balada Para no volver, recolectando aliento de los espectadores agrupados al borde del escenario. En el sexto tema, 23 de abril, el vocalista Chuk pidió pogo y los jóvenes concurrentes lo conformaron. Como cierre anunciaron “Un cover dentro de otro cover” y por dos violentos minutos, el himno de Pappo Napolitano, “Desconfío”, multiplicó el pogo que continuó cuando el segundo homenaje, “Cielito”, aceleró más las emociones de los espectadores.

Faltaban tres minutos para que, tal cual decía el programa, a las 19:45, desde Rosario Bulldog subiera a escena y el cada vez más concurrente público cantara “Ohhhhhh, vamos los Bulldog, los Bulldog, los Bulldog, vamos los Bulldog”. “Buenas noches, como dijo el Diego: La pelota no se mancha”. Con tamaño saludo Mantu Mantoiani aferrado a su guitarra arrancó frenéticamente con los primeros acordes de Corazón de metal, tema que abre el último disco de la banda (Salvaje, 2007). A pesar de que las populares apenas alcanzaban su plenitud, algunos de los que estaban sentados al fondo del piso se pararon y fueron hacia adelante para sumarse a la lluvia de papelitos y pogo. Con un eficaz y poderoso solo de la guitarra de Willy Tagliarini, el punk siguió al ritmo de Otra vez. Yendo de un lado al otro del escenario, el cantante confirmó el buen feedback con la gente. Una vez más, como a lo largo de toda la fecha, el sonido no acompañó siempre y algunos micrófonos se prendieron tarde y otras guitarras se perdieron en insoportables acoples. El clásico “un, dos, tres, cua… ramonero” encendió los motores de otro tema de la última placa, Más y más. Luego, el poder bajó, el paciente riff de Más que diez suspendió el choque de cuerpos y todos bailaron en paz. Con poca claridad y limpieza en algunos tramos, el mal sonido volvió a molestar. En poco más de media hora para el punk de los Bulldog calentó las ganas de todos los presentes.

Con tres cuartas partes del estadio poblado, la marea musical trajo rock duro y callejero para el aguante. Con cinco minutos de retraso, y en un escenario totalmente pintado de azul, La Mancha de Rolando, encabezada por el Negro Quieto, saludó a todos desde arriba. A puro rock ´n´ roll, Regala disparó los primeros acordes endureciendo el ritmo en hard rock, hasta el tema seis, pasando por canciones como “Buscar”, “En la calle” y “Rock”. La Mancha bajó las revoluciones y Quieto saludó a todos.

El piano de Conde inauguró “Chino” y el antiguo ritual de los encendedores prendidos fu reemplazado por los tecnológicos celulares. Las luces azules y violetas acompañaron la melancólica propuesta y algunas parejitas aprovecharon el momento para los arrumacos. En el siguiente tema el cantante presentó a un amigo y Gillespie entró como perro por su casa para entonar, juntos, el primer hitazo: Cabrón. La alegría del escenario se trasladó al piso para que todos bailen y salten. Sorpresivamente Fidel Nadal  cantó presente y todo estalló.

La luz verde y el humo simularon un momento sumo y el reggae Sangre suavizó las emociones. Siguieron “Entre Ríos”, “San Ernesto” y “En la Altura”. El segundo caballito de batalla entró galopando firmemente cuando “Ese tren” fue cantado por la banda y sus fans al unísono. Un breve discurso en contra de la dictadura argentina de los setenta, apoyado con imágenes en las pantallas de las Madres de Plaza de Mayo, fueron el preámbulo de “Arde la ciudad”. A palo y palo se despidieron con “Viaje”: “Chau y muchas gracias”,  agradeció el Negro Quieto perdiéndose por la salida.

Lo que la totalidad de los espectadores había ido a ver, demoraba su ingreso. Con el estadio colmado, ahora sí, tanto en el piso como en las populares, algunos espacios vislumbraban la siempre difícil platea; el “Vamos las pelo, las pelo, las pelo….”  era el grito de guerra que pedía acción. Las Pelotas, con un por demás tranquilo Germán Daffunchio y un bullicioso y excitado Sokol, estrenó el último capítulo de la quinta fecha al son de “Día feliz”. Con el mejor sonido del día, la banda continuó con “Pará con la papa”. Al mismo tiempo que El Bocha  cantaba y jugaba con el pie del micrófono, Daffunchio corría riendo de una punta a la otra. Dos explosiones sacudieron el centro del campo, Sokol insultó a quien tiró los petardos y se fue afirmando que cortaba el recital en ese instante. Los mismos espectadores golpearon a la persona en cuestión, para que luego los de seguridad lo sacaran del recinto. Durante cuatros minutos todo estuvo inmóvil, salvo el público que cantaba que era de Las Pelotas hasta la muerte. Germán tomó el liderazgo y entonó las primeras estrofas de “Se quema”. Causalidad o casualidad, no lo sabemos. Con las molestas, y a esta altura conocidas, fallas de sonido, la gente al palo se movió en una masa compacta. El primer momento de tranquilidad se vivió cuando “El ñandú” aterrizaron y “Como un buey”. El jolgorio y la fuerza tomaron posición cuando El Bocha cantó locamente “Si sentís”.

Tanto la batería de Gustavo Jove, como los acordes de Tomás Sussman, el teclado de Sebastián Schachtel y el conciso bajo de Gabriela Martínez (más unos cuantos saltos que regaló por ahí), hicieron de Las Pelotas un compacto y considerable show. Daffunchio se tomó un respiro para pedir por la aparición de Jorge López, con una voz llena de bronca, al mismo tiempo que “Desaparecido” inundó el lugar de poderosa energía, haciendo salir a todos de sus cabales; campo, populares y algunos plateistas: todo era una fiesta. Con “Saltando” se abrió el segmento de reggae: luz verde, roja y mucho humo en el escenario. “Me fui” y “Uva” continuaron el sereno baile. Clásicos como “Bombachitas rosas” y “Esperando el milagro” fueron el impostor final. Tras una hora y media de recital, Las Pelotas volvió para el tan preciado bis junto a Gillespie y la delicada “Hawai”. A toda orquesta y bien al palo, fue el final. Lógicamente la banda no se iba a despedir sin tocar una canción de Sumo y la elegida para el cierre fue la tecno heavy “Debede”.

Casi seis horas de rock, reggae y punk. Más de cincuenta canciones y mucho calor en el interior, casi insoportable. Ordenado y preciso fue todo el transcurrir de la fecha. Ningún detalle quedó librado al azar, salvo, lo del petardo. Aún seguimos sin aprender y por lo visto, ni siquiera la muerte parece ser un buen docente.

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