El Otro Yo
Vos, Yo y mi Otro Yo
11 de Agosto, 2007
La banda de los hermanos Aldana colmó de adrenalina y euforia la noche del sábado. El Bondi hizo parada en The Roxy y te cuenta de lo sucedido...
Difícil tarea la de encasillar en un único género musical a El otro yo. Podríamos definirlos como abanderados de un rock light e inofensivo o, tal vez, como una corriente alterna y altruista del punk suburbano. Por ende, se hace un dilema catalogar o imprimir un rótulo de identidad a los cientos de chicos que siguen al conjunto a sol y sombra; todos descendientes de un punk semi-moderno que los obliga a vestir remeras de bandas como 2 minutos y Los Ramones (sólo ellos comprenderán las similitudes), calzar apretados pantalones chupinados de variados y chillones colores, y portar por la espalda pequeñas mochilas de igual extravagancia que su atuendo. Ahora, imaginemos las inmediaciones de Lacroze y Álvarez Thomas inundadas de tan peculiares pero numerosos personajes. Así, fue la antesala del recital.
Mientras en las afueras se llevaba a cabo la interminable previa, en el interior de The Roxy, Anacrónica aturdía (en el buen sentido) a los cuantiosos seguidores que siguieron al grupo desde las calles de Vicente López. La banda integrada por Leandro Gatti (voz), Pablo Palludi (bajo), Marcelo Panigadi (guitarra), Pablo Ochoa (percusión) y Jorge Papazián (batería) es un buen exponente de una fusión entre el funk y el new metal. A pesar de que el sonido prestado no fue el mejor, sobre todo el de la voz que se vio carente de nitidez, los chicos lograron un clima propicio y hacia el final, se llevaron merecidos aplausos.
Pasado el interludio, que se hizo un poco extenso, El Otro Yo hizo su aparición. La puesta en escena, llamativa como acostumbra la banda, hizo delirar a un público que ya venía calentando motores hace rato. “Alma gemela”, del último trabajo discográfico, fue la feliz elegida. El alboroto y el pogo se hicieron reyes en la muchedumbre, mientras que los patovas, del otro lado de las vallas, intentaban afanosamente evitar que los “caballitos” y “alzados” cayeran en la fosa que ladea el escenario. La potencia continuó con violentos arranques de Ray Fajardo (batería) en “69”, y seguiría del mismo modo en “Crazy” y “10.000”.
La máquina ya estaba encaminada y los primeros temas habían salido mejor de lo esperado. “Cometa”, también del último disco, fue una fiel muestra del frenetismo que corría sobre y debajo del escenario. Fernanda Aldana (bajo y voz) tomó el micrófono y la gente estalló. La niña mimada del público entonó “Llévame”, mientras a su lado Gaby Gerrisi (guitarra) ejecutaba un riff muy pegajoso que la gente no dudó en corear.
La calma tenía que llegar en algún momento y así fue. Pasaron con un ritmo más pasivo, “La música” y “Personas”. No obstante, el poder de los chicos de Temperley resurgiría en todo su esplendor en las melodías siguientes. “Mascota” y “Neutro”, de alto contenido combativo y reaccionario suscitaron los mayores pogos de la noche. Después de semejante bocanada de energía, el ritmo sólo podía volver a caer. “Violet”, “Descripción”, “Bajo la ceguera” y “Mañana de otoño” fueron los componentes del segmento acústico del recital.
Guitarras eléctricas arriba una vez más y “Orion”; melancolía llevada de la mano por la dulce (no siempre afinada, pero dulce al fin) voz de Fernanda. Cuando parecía que el show había caído en un letargo falto de explosión y dinámica, llegó a puro galope “El criollo”. Pero no sería ésta la que revolucionaría una vez más la pista del Roxy, sino la mítica “Corta el pasto”. El clásico provocó un revuelo generalizado en el público, que no caviló un instante en entregarse a un pogo que duraría largos minutos de puro descontrol.
El recital entraba en su recta final, no obstante, Cristian Aldana (guitarra y voz) se negaba a mostrar indicio alguno de debilidad o cansancio: “El Otro Yo es un grito de guerra”, proclamó. A partir de éste renovado entusiasmo, corrieron “La ola”, “Alegría”, “Fuera de tiempo” y “Hoy aprendí”. Se destaca en la última de éstas, la participación especial de Diego Arias dibujando (solo incluido) sobre los teclados y sintetizadores.
Un inesperado receso de 7 ú 8 minutos sorprendió a todos. La impaciencia se hizo coro y los concurrentes comenzaron con los cantitos: “Que se muera Lezcano...”y “Que se muera Mick Jagger...”. Después de una segura y merecida refrescada, los chicos de El Otro Yo volvieron a las tablas y se calzaron los instrumentos para los últimos tres temitas de la noche. “Hombre de mierda”, con la singularidad de haberla interpretado variando más de tres veces su ritmo (se tocó en rock, ska y heavy). La gente agradeció la muestra de talento y manejo musical con calurosas ovaciones. Sobre el escenario, Cristián despotricaba contra aquellos que los llaman caretas o contradictorios. Sólo para, segundos después, vociferar que sí lo son (¿Quién entiende a estos chicos?). “La tetona” se hizo escuchar y los monólogos del cantante ya aburrían. ¿El final? “A mi no me importa morir”.
Gajes de su último compacto combinados con resabios de clásicos jamás abandonados, parece ser la apuesta de éxito de EOY. Monotonía y falta de innovación en sus sonidos, podrían ser alicientes a reprocharles, pero que éstos chicos contagian y transmiten lo suyo (vaya a saber uno qué es) a cientos, nadie lo puede negar.
LEER MÁS
2022-07-09
2022-06-25
2022-06-10
2022-06-04