Vilma Palma E Vampiros
Verano del 92
26 de Mayo, 2007
Vilma Palma e Vampiros resucitó después de doce años sin tocar en Capital y grabó disco y DVD en El Teatro de Colegiales. Sólo apto para mayores de 21 (el resto difícilmente los recuerde).
Hasta este año, cuando aparecieron de la nada como cartel del “Buenos Aires Beer Festival”, Vilma Palma era una banda perdida que había pegado un hit atrás de otro a principios de los noventa, y que desde entonces había estado dando vueltas por Latinoamérica. Bueno, a decir verdad, eso es Vilma Palma, solo que ahora, además, la está pegando de nuevo en Buenos Aires.
Después de la buena respuesta que tuvieron en febrero, los pibes (muchachos, mejor dicho) se animaron a golpear las puertas del Teatro Colegiales: “¿Queremos grabar disco y DVD, se puede?”. Si hay gente, todo se puede, y contra lo que todos pensaban, Vilma Palma tiene gente.
Claro está, son todos los que en ese momento tenían entre diez y veinticinco años, a los que “Auto Rojo” les arranca una sonrisa, ya sea por recordar los asaltos de quinto grado, o sus andanzas hasta altas horas de la madrugada con señoritas varias (dependiendo de la edad que tuviesen cuando “el Carlo” se sentaba en el sillón de Rivadavia). Y no es una exageración, ya que resultaba imposible encontrar alguien menor de veinte años el sábado a la noche en Lacroze y Álvarez Thomas.
Apenas habían pasado las ocho y media cuando se abrió el escenario y sonaron “Verano Traidor” y “Mojada”, dos de esos temas que aunque el título no te suene, cuando los escuchás te das cuenta de que los rosarinos fueron una verdadera máquina de hacer hits en su momento. “No saben cuantas ganas teníamos de tocar en Buenos Aires, muchas gracias por recibirnos”, tiró el “Pájaro” Gómez, quien sólo tuvo palabras de agradecimiento para con la gente.
No es por matar la ilusión del rubio cantante, pero lo cierto es que la situación por momentos rozaba con lo bizarro. Justamente, porque arriba los músicos parecían tomarse la situación en serio, y abajo, la gente canta y corea cómplice, sabiendo que en verdad todos están ahí para matarse de la risa con “Ella era un Travesti” o prender un encendedor en “Bye Bye”, pensando en esa compañera de secundario con la que tantas alegrías compartieron.
Precisamente por eso, el pasaje más bajo del show fue la seguidilla de cuatro temas nuevos que presentó la banda, que no son más que una continuación del sonido que siempre tuvieron. La cuestión es que pasaron más de diez años, y canciones de ese tipo difícilmente tengan destino de hit, sino que suenen más a viejas que a otra cosa.
Como contrapunto, el concierto tuvo su punto máximo en lo que el mismo Pájaro denominó como “el bloque del descontrol”, que arrancó con “Fernet con Coca”, clásico fiestero si los hay, a la que le pegaron una versión de “Another Brick In The Wall” de Pink Floyd, aunque a juzgar por la pronunciación de Gómez fue “Another Brick In The UOL” (tal vez le sirva como spot publicitario al servidor de internet). Pero el clima era de fiesta y la valía todo, más todavía cuando empezó “Auto Rojo” y otros dos hitazos veraniegos de los noventa: “Me vuelvo loco por vos” y “Te Quiero Tanto”. La despedida fue, obviamente, con “La Pachanga”, que todavía hoy sigue sonando en algún boliche cuando son las seis de la mañana y los borrachos quieren seguir de joda.
Si se permite la analogía, Vilma Palma es como cuando en medio del zapping uno cae en las repeticiones de Baywatch, Beverly Hills 90210 o cualquiera de las series de los noventa. Uno sabe que los actores son de madera, que los diálogos están más que sobre actuados y que el libreto se torna insostenible después de quince minutos, pero uno le perdona todo eso y se lo queda mirando con una sonrisa. Con Vilma Palma pasa exactamente lo mismo. Uno no va por la calidad musical, sino a reírse un poco y recordar todos esos hits de verano que alguna vez cantamos. Recomendable, sobre todo, para asistir con amigos en cantidad.
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