Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Divididos

Un dia con ricardito

Cronista: Gentileza: Sebastián Barrera | Fotos: Beto Landoni

22 de Diciembre, 2006

Un dia con ricardito

Divididos despidió el año en La Trastienda dejando de lado las guitarras acústicas para enchufar las eléctricas y hacer temblar todo San Telmo.

Ricardo despierta, se da vuelta y ve a Natalia al lado todavía durmiendo: “Soy un fenómeno”, se dice y se levanta de la cama. Son las once la mañana de un sábado no tan cualquiera. Se hace un café, lee los clasificados del diario, las historietas y un par de títulos de política: “Siempre la misma mierda”, piensa mientras se rasca los huevos camino a la ducha.

Sale ya bañado en toalla de Mickey y llama a Arnedo: -¡Che, no te olvides que hoy tocamos!”- El bajista lo insulta, no quería despertarse antes de las 12. Se levanta de mal humor, tiene resaca. Natalia se levanta, se hace unas tostadas y hace yoga, Ricardo mira desde lejos.

Son las ocho de la noche. Falta una hora para que Divididos toque en uno de sus ya clásicos rituales de setenta pesos la entrada. Mollo llega, se abre una cerveza y mira como Diego afina el bajo. Catriel espera afuera, habla con Cesar Andino de Cabezones que llegó para ver el show de su nuevo amigo después de que Mollo lo visitara con guitarra y todo en su primer Obras Sanitarias de la semana pasada.

“Che, ¿se te pasó el mal humor?”, pregunta Ricardo. “Sí boludo, pero eran las once de la mañana, ¿a vos te parece?”, responde Diego. Ya listos, los tres salen ante un público tímido, por momentos ajeno y con más ganas de escuchar que de hacer lío.

La lista es conocida, el repaso de sus clásicos parecería obligado en todos sus shows: “Elefantes en Europa”, “Que tal”, “Tanto anteojo”, “Vida de topos” y “Voodo Chile” no faltan nunca. Mollo sonríe, Arnedo no. Catriel le pega fuerte, muy fuerte.

Ricardo señala y sonríe a los que van siempre, dice conocerlos a todos. El lugar no está colmado, el camino hacia el bar donde tienen cervezas es fácil y sin obstáculos, sólo los cinco pesos la lata. La lista respeta un orden: “Salir a asustar”, “Nene de antes” y “Zombie” son las más aplaudidas. Ricardo espera una mirada cómplice de Diego, pero Arnedo está concentrado, no quiere que lo molesten.

Listos para “Spaghetti del rock”, “Pepe Lui” y “Brillo triste de un canchero”, sentados correctamente en banquitos. Ricardo escucha cómo un pibe resucita a Prodan y desea la muerte de Cerati: “No se muere nadie, ¿estamos en esta fecha de mierda y vos decís eso?“. Un día como el sábado pero hace 19 años, Luca amaneció muerto en su casa de San Telmo. Diego mira desde lejos.

Amagan con irse: “Paraguay” hace saltar, empujar y saltar de vuelta. Se van y queda Diego para mostrar esa faceta que pocos conocen. Él saluda, le saca un celular a un pibe y grita “¡sonreí!”. Clic, foto, clic, foto. Ellos contentos, ellos lo quieren, ellos saben a quién quieren: es el mejor bajista del rock, no es para menos.

Ricardo se seca la frente con una toalla blanca, le pasa una limpia a Catriel que venia de hacer un solo de batería que fue aplaudido por todos. “Pibe, secate y tratá de no romper nada”, interrumpe Arnedo mientras lo felicita con una simple palmada en el hombro. El pibe sonríe.

“Volvemos, tocamos ‘El 38’ y ‘Aladelta’ y listo, ¿no?”, pregunta por las dudas Mollo. “¡Tenés la lista en el piso Ricardo!”, lo regaña Arnedo. Ellos salen, se despiden, agradecen y suben el volumen de todos los amplificadores para que La Trastienda se venga abajo. Las chicas saltan, los chicos empujan, están todos contentos.

La gente aplaude y se retira satisfecha. Divididos despidió el año con muchísimo rock y dejando claro que fueron los que mejor sonaron en este 2006 que se está por ir. A pesar de los imposibles setenta pesos de entrada, Mollo, Arnedo y Ciavarella los devuelven con una noche gigante llena de distorsión y con temas que se quieren escuchar cada vez que Divididos pone una fecha.

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