Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Deep Purple

En lo profundo de la memoria

Cronista: Gentileza: Bruno Lazzaro | Fotos: Beto Landoni

07 de Diciembre, 2006

En lo profundo de la memoria

Deep Purple cautivó a propios y ajenos. Una noche que se caracterizó por la nostalgia y por la calidad en escena. Cinco tipos dispuestos a dar mucho más que rock.

Si a Deep Purple le quedaba algo por ganar en sus casi 40 años de historia es el título de banda desgarrada, reconstruida, y pese al paso del tiempo, consolidada. A estos muchachos la garra les sobra y la estela de su senda cada día parece brillar más en un mundo en el que los refritos suelen oler a mercaderes de la nostalgia.

Bajo el mando del cantante Ian Guillan los cultores del hard rock volvieron a hacer pie, el jueves pasado, en Buenos Aires luego de un año. Pero la ansiedad del público convocado en el Club Ciudad de Buenos Aires y el resultado final del show parecían ser una postal lejana de una banda-reliquia que nunca había pisado suelo argento.

“Pictures of home”, desató la primera ovación de una noche cargada de emociones. Padres con sus hijos al hombro, viejas melenas que pese al paso del tiempo conservaban su lugar al mejor estilo Hair Style, cadenas brillantes y anillos ostentosos como souvenirs, más algún que otro colgado con remera barrial y rasta despareja, servían de paredón brillante para una banda en sintonía.

Con los clásicos bajo el brazo y ese toque fresco de la guitarra de Steve Morse, Deep Purple comenzó el ritual metalero por excelencia. “Strange Kind of Woman” y “Rapture of the deep” fueron soportes para un Gillan que recorría el escenario con arengas para propios y ajenos: “Son el mejor público, son los campeones del mundo del rock”.
Pese a que el margen de error es nulo en una banda que cada día parece estar más aceitada, el trabajo del conjunto es destacado siendo el empleo del órgano de Don Airey y la entereza de Steve Morse, quizá lo más sobresaliente.

Esto quedó demostrado en las dos secuencias solistas que emplearon ambos músicos. El primero comenzó con una sesión de tango con “Adios Nonino” como fórmula compra- público con una pareja de bailarines sobre el escenario. La receta no dio el mismo resultado ante el comienzo de la supuesta light “Imagine”, de John Lennon, que fue obviada por el público; pero sí lo consiguió con la marcha de la Guerra de las Galaxias. El trabajo de Morse fue más al grano: una seguidilla demencial de 4 punteos brillantes del rock: “Sweet child of mine” (Guns and Roses), “Back in black” (AC/DC), “Vodoo Chile” (Jimmi Hendrix) y “Starway to heaven” (Led Zeppelín).

“Perfects strangers” (una de las más victoreadas), “Space truckin” y “Highway star” se sucedieron antes de dar con el clásico popular por excelencia: “Smoke on the water”. En la que el público que había copado, sin llenar, el Club Ciudad comenzó menear la caballera.

Hasta aquí aquellos que no habían visto al conjunto en su anterior paso podían darse por satisfechos. Los históricos quedaron de lado, y las generaciones nuevas presentes frente a semejante acontecimiento podían reflejar en sus ojos lo que sus padres vivieron en sintonía generacional. Las bases de Ian Paice y Roger Glover sirvieron de blindex para un Ian Gillan enchufadísimo que no paró de agitar en ningún momento.
Luego de un parate casi final, la banda volvió al escenario para remover algunas piezas de la memoria colectiva: “Hush” fue la indicada, seguida por el broche dorado de “Black night”.

Fue una noche que no dejó lugar a dudas a aquellos nostálgicos que se acercaron con cierto recelo. El show tuvo todos los cortes necesarios para convertirse en un recital ideal. El paso del tiempo se detuvo en el Club Ciudad con ráfagas rock inolvidables. Un espectáculo que logró ganarse el título de anécdota a contar.

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