Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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The Cult

Un (breve) culto al rock and roll

Cronista: Gentileza: Pablo Gabriel Krause | Fotos: Beto Landoni

03 de Diciembre, 2006

Un (breve) culto al rock and roll

The Cult visitó por cuarta vez la Argentina. De gira, pero sin disco nuevo, llegaron a Obras para repasar (en apenas una hora y cuarto) los clásicos más rockeros de su carrera.

Este año, la intermitente carrera de The Cult cobró vida una vez más. Después de la experiencia de Ian Astbury junto a Ray Manzarek y Robbie Krieger en The Doors of the 21st Century en 2004, el británico se reunió una vez más con Billy Duffy (su compañero de aventuras desde el comienzo) y decidieron resucitar nuevamente a The Cult. Así nació el Return to the Wild Tour, una gira que no tenía otro pretexto más que el de volver a ver a The Cult, y la cual los trajo a la Argentina por cuarta vez en su carrera.

Apenas pasadas las nueve de la noche, sin banda soporte y con el telón del recital sobre el fondo del escenario, el estadio de Obras Sanitarias quedó a oscuras y, pandereta y Gibson en mano respectivamente, Astbury y Duffy comenzaron con Lil’ Devil, del aclamado álbum Electric, que los catapultó a la fama allá por 1987.

El hecho de que la banda no tuviese la obligación de promocionar nuevo material, terminó por darle un factor extra al concierto. Todos sabemos que, en cada visita internacional, la gente está esperando los viejos clásicos y, por más simpáticos que le caigan los temas nuevos, siempre esa exigencia de mostrar “lo último” deja afuera alguna de aquellas canciones. Este no fue el caso. Desde un primer momento, The Cult encaró el concierto como un recorrido por sus tres placas más legendarias (Love, Electric y Sonic Temple, todas de la segunda mitad de los ochenta) mechando algún que otro buen riff de su etapa 90’s, como fue el caso de Rise.

Por supuesto, tanto arriba como abajo del escenario, había claras evidencias de los veinte años que pasaron desde la primera aparición de estos muchachos ingleses en la escena rockera. Si bien es un frontman de aquéllos, hay que decir que los años le han pasado a Astbury también. Echó algo de panza, dejó a un lado las camisas con volados, pero aún sigue manteniendo su actitud sobre el escenario. Eso, sumado a la inteligente movida de cambiar la entonación de algunos versos más complicados, hizo que pueda generar un muy buen vínculo con la gente, a base de panderetas revoleadas al público y un constante “¿Cómo están? ¡Mucho caliente!”, en un espanglish bastante primitivo.

El público además (la mayoría promediando las tres décadas encima, algunos más, otros menos) festejaba cada una de las monerías de Ian y coreaba con desenfreno los viejos clásicos, como una manera de volver a revivir la preciada década de los ochenta, en donde seguramente peinaban menos canas y más pelo. Revolution fue quizás uno de los momentos más emotivos en ese sentido, en donde Astbury se animó a gritar “¡Hasta la victoria siempre!”, aunque honestamente, el “fight for revolution” probablemente no termine por encajar en un recital donde la entrada rondaba los cien pesos.

Después de un set acústico a solas entre Duffy y Astbury, donde éste último se lució con Star, llegó la parte más potente del show. Con el público totalmente encendido y en sintonía con la banda, dedicaron “Fire Woman” a Maradona, le pegaron “Wonderland”, “Peace Dog” y exactamente cuando se cumplía una hora de show, se retiraron del escenario con “Wild Flower”.

Tras un inexplicable impás de OCHO minutos fuera del escenario, The Cult volvió a la carga con “She Sells Sanctuary” y “Love Removal Machine”. Si bien las luces del estadio se encendieron a las 22.30, lo cierto es que el concierto no había superado la hora y cuarto de música, lo cual (más allá de la calidad y la entrega que desplegó la banda) no deja de ser poco para un espectáculo para el que se pagaron cien pesos de entrada.

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