Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Divididos

Orgasmo Musical

Cronista: Gentileza: Luciana Eiff | Fotos: Beto Landoni

09 de Noviembre, 2006

Orgasmo Musical

El jueves Divididos cerró su seguidilla de tres shows en La Trastienda y dio muestras de por qué los llaman “la aplanadora del rock´n roll”. Fue una mezcla entre lo acústico y lo eléctrico, pero hubo derroche de energía y emoción.

Como un amante que crea el clima propicio para el disfrute y el placer, Divididos ofreció sus dones musicales y generó en el público una experiencia similar a la que sucede en la más profunda intimidad. Pero esta fue una intimidad aplanadora. El espacio reducido, las luces bajas, las mesas cercanas al escenario: todo desembocó en una velada especial. Tres hombres virtuosos sobre las tablas que se entregaban a la música y a las sensaciones. Desde abajo, el respeto, la calma y la admiración. Hombres y mujeres embobados frente a los sonidos.

El principio fue suave y gentil, guitarra criolla y percusión (bombo y cajón peruano). Canciones amables y hermosas, y el canto de la gente que compuso un eco gigante como acompañamiento. Después de seis temas (“Haciendo Cola Para Nacer”, “Como un Cuento”, “Vida de Topos”, “Pepe Lui”, “La Ñapi de Mamá”, “Tanto Anteojo” y “Mula Plateada” (Sumo) desapareció la guitarra criolla. En esta parte el sonido empezó a  subir, guitarra eléctrica sin distorsión y batería tocada con escobillas. Las canciones: “Brillo Triste de un Canchero”, “TV Caliente a.k.a”, “Virna Lisi” (Sumo) y “Par Mil”. La última en una versión emocionante, que provocó un nudo en la garganta y mucha satisfacción.

Entonces, se cerró el telón y hubo desconcierto y alboroto. La noche no podía concluir así, todavía faltaba la esencia de este power trío. En medio de la duda, la cortina que separaba el público de los músicos se abrió, Diego y Ricardo interpretaron un viejo rock and roll con un instrumento fusionado: de un lado guitarra y del otro bajo, y así comprobaron la teoría popular que dice que “estos tipos están locos”.

Volvió a caer el telón y al rato se abrió otra vez. Ahí apareció la potencia que caracteriza a esta banda. Comenzaron los acordes y la calma de la primera etapa desapareció para convertirse en un grito furioso y desgarrador. El aliento asistía al encadenamiento de sonidos, que tomaban forma de topadora y demolían los sentidos.

La parte final fue contundente, una demostración de calidad y potencia. Hubo para todos los gustos, hubo perlitas como el solo de Arnedo en “Qué tal?”, o como el ya clásico punteo de Mollo en “Voodoo Chile” ejecutado con topper o lengua. Pero lo realmente conmovedor fue el espacio dedicado para el niño de la banda, Catriel, que se despachó con un solo en el que no le alcanzaron los palillos y tuvo que usar sus manos, dejando anonada a toda La Trastienda, que no podía seguir los veloces movimientos con la mirada, y que al final estalló en aplausos y ovaciones.

Divididos tiene una forma vertiginosa de tocar una canción atrás de otra, sin dar respiro, sin permitir la recuperación de tantas emociones. Posee gran precisión para ejecutar cada nota y hacer que se perciban melodías impecables. Así es esta banda, no importa el espacio donde decidan tocar, no defraudan con su sonido, no dejan de emocionar y de generar catarsis en el espectador. A pesar de escuchar todo desde una banqueta, o una mesa, o pardo en el lugar, la sensación final es de agotamiento, de cansancio. Como si en esas dos horas el cuerpo hubiera saltado y descargado toda la energía que la música generó.

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