Revista El Bondi - 15 AÑOS DE ROCK
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Slayer

Sólo faltó que lloviera sangre…

Cronista: Gentileza: Pablo Gabriel Krause | Fotos: Beto Landoni

12 de Septiembre, 2006

Sólo faltó que lloviera sangre…

El show de Slayer en Obras estará, sin dudas, entre los mejores del año. Era la primera vez que llegaban con su formación original y la presentación del martes los mostró tan vigentes y agresivos como cuando escribieron la historia grande del thrash, hace más de dos décadas.

Los antecedentes a superar no eran poca cosa. Slayer había pasado por Argentina en dos ocasiones, un show en Velez en 1994 y otro en River -junto a Iron Maiden- en 1998. Sin embargo, ésta sería la primera vez que el público argentino tuviese la posibilidad de ver en vivo a la formación original y más clásica de Slayer (aquella que grabara a fines de los ochenta tres hitos en la historia del thrash como fueron Reign In Blood, South Of Heaven y Seasons In The Abbys): el cantante y bajista Tom Araya, las clásicas guitarras de Jeff Hanneman y Kerry King, y el aclamado Dave Lombardo tras los parches de una inmensa batería.

La apertura estuvo a cargo de Horcas, una de las bandas que más evolucionó en la escena local durante los últimos años. Sin embargo, si bien se trata de uno de los grupos más respetados de nuestro país, la performance de Walter Meza y compañía se vio empañada por grandes problemas de sonido. Claro está que la actitud de los músicos sobre el escenario, y la energía con la que se desenvuelven, llevan a que la gente acompañe aún más allá de las dificultades. Pero lo cierto es que, conociendo el potencial de Horcas, el show fue de “medio pelo” para abajo.

Con el reloj marcando las nueve en punto, la oscuridad se apoderó del Estadio Obras y en un escenario “inundado” de humo, comenzó a sonar por los parlantes “The Darkness Of Christ”, el track introductorio del disco God Hates Us All, para arremeter inmeadiatamente con “Disciple”.

No cabía un alfiler en Obras. A diferencia de lo que ocurre habitualmente, donde de la mitad del campo para atrás se pude estar “relativamente cómodo”, el martes el Templo del Rock parecía un campo minado de rondas de pogo, en las que honestamente, había que “tenerlos bien puestos” para meterse. Ni que hablar para el momento en que llegaron dos clásicos como “War Ensamble” y “Blood Red”, uno detrás de otro.

A pesar de que hayan transcurrido más de veinte años desde el comienzo de la banda, Slayer sigue siendo una máquina asesina que pretende atropellar todo lo que se le ponga por delante. La agresividad de Araya en las voces se respalda sobre las perfectamente coordinadas guitarras de King y Hanneman, que respaldadas por una pared de 24 amplificadores Marshall (ocho filas de “tres pisos”) lograban un sonido demoledor. Por si fuera poco, desde el fondo ametralla la potencia de uno de los bateristas más reconocidos dentro y fuera del heavy metal, como es Dave Lombardo, que por momentos hacía que el estadio entero sintiese los golpes del doble bombo en el pecho, como en la brutal versión de “Mandatory Suicide”.

Al contrario de lo que uno suponía, teniendo en cuenta que la “excusa” de la visita era la presentación de su último disco, Christ Illusion, tan solo el corte difusión “Cult” integró la lista de temas del show del viernes. El resto, por el contrario, se basó en su gran mayoría en los discos más clásicos de la banda (la trilogía “Reign In Blood - South Of Heaven - Seasons In The Abbys”) más algunas perlas de los primeros años como fueron “Die By The Sword”, de su debut “Show No Mercy”, una versión infernal de “Chemical Warfare”, del aclamado “Haunting The Chapel”, y la recordada “Hell Awaits”.

Como era de esperar, después de un show que no había dado respiro alguno, la banda arremetió con la potencia de un boxeador que busca noquear a su oponente sobre el final del show. Tras la imparable “Postmortem” y una perfecta interpretación de “Dead Skin Mask”, el estadio pareció estallar cuando de la guitarra de Kerry King se desprendió el emblemático riff que da comienzo a “Raining Blood”. En lo que parecía un intento por dejar sin aliento a los que estaban abajo del escenario, llegó “Angel Of Death” y finalmente, “South Of Heaven”, con la que coronaron un show que quedará en la memoria de todos los que se dieron cita en el Estadio Obras.

Lo cierto es que resulta difícil encontrar un aspecto para criticar respecto de la presentación de Slayer. Musicalmente, son dueños de una precisión técnica de la que no muchas bandas pueden jactarse, y aún cuando pasaron la línea de los cuarenta años, es evidente que, como alguna vez dijo Kerry King, arriba del escenario continúan teniendo la misma energía con la que se desenvolvían hace más de 20 años. Agresivos y brutales, pero a la vez equilibrados y perfectamente ensamblados, dueños de un sonido y un estilo que sólo Slayer es capaz de lograr.

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